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Entrevista:

Emilio Lledó: "Si desaparece la ilusión por lo colectivo, el hombre no tendrá ya fúturo"

El filósofo lee hoy su discurso de ingreso en la Real Academia Española

José Andrés Rojo

"El lenguaje de cada uno es como la huella dactilar de su espíritu. En ese lenguaje recoge su memoria, lo que ha sido, y proyecta lo que quiere ser. Es de ese carácter dinámico del lenguaje de lo que voy a hablar en mi discurso", dice Emilio Lledó. Nacido en Sevilla en 1927, este catedrático, de Historia de la Filosofía ocupará a partir de hoy el sillón ele de la Real Academia Española de la Lengua. Lledó reconoce cuál es el impulso que le ayuda a seguir adelante, el profundo convencimiento de que "si desaparece la ilusión por lo colectivo, el hombre no tendrá ya faturo".

"Cuenta Platón que una bella muchacha tracia se rió cuando Tales de Mileto, que iba mirando los astros, se cayó en un agujero. ¿Cómo iba a saber de las cosas del cielo quien ni siquiera podía ver lo que tenía delante?". Emilio Lledó salta de inmediato a Grecia cuando se le pregunta por la filosofía o cuando se le pregunta por cualquier tema. Como si recuperara un relámpago para iluminar las cosas de este mundo. Y continúa: "Para Kant, la razón humana tiene el destino peculiar de plantearse de modo permanente problemas que no puede resolver porque sobrepasan sus posibilidades, pero que no puede dejar de plantearse porque están metidas en el corazón de su propio ser. Por eso la filosofía sigue viva. Y más aún en un mundo como el nuestro, en el que la tecnología ha creado sobre la tierra una retícula que la tiene amarrada. La filosofía está ahí para darle fluidez a la vida y para inventar unos valores que sirvan para romper el atasco. No hablo en términos profesionales, sólo digo que llevamos inscrita en nuestra naturaleza la necesidad de preguntarnos por las cosas".Emilio Lledó, en realidad, no ha dejado de hacer otra cosa. Desde muy joven se sumergió en las palabras de los filósofos y las estudió y las enseñó y las reinventó. Las palabras en su espejo es el título del discurso que leerá hoy en la Real Academia Española, al que contestará Francisco Rodríguez Adrados. "Aunque tenga amigos que no consigan imaginarme en la Academia, creo que tengo cosas que aportar en esa institución donde laten las palabras. Sobre la costra de lo real flota una inmensa pátina de mundo dicho, y dentro de éste están las cosas que han dicho los filósofos. Yo simplemente soy un profesor de filosofía, pero considero que frente al bombardeo cotidiano de imágenes es importantísimo cultivar la lengua escrita y hablada. Y para colaborar en esa pelea está la Academia".

Maestro, nómada, guerrero. Emilio Lledó sonríe ante los calificativos, pero los acepta si se les quitan todos los oropeles. Reconoce que ha encontrado muchas veces la felicidad en el trato con sus alumnos, "cuando descubres que has servido para abrir camino en la comprensión de un texto, de un problema". Y no discute su nomadismo. Físico, porque hizo las maletas un montón de veces y vivió en ciudades diferentes de España y Alemania. Pero, sobre todo, intelectual: su curiosidad lo ha llevado a transitar de una a otra rama del árbol filosófico, y ha frecuentado la música, el arte, la literatura...

Emilio Lledó, por fin, es también un guerrero. El filo de su espada está lleno de argumentos. Los viejos argumentos de la ilustración con los que taladrar al enemigo mudo del conformismo, la intolerancia y el embrutecimiento propio de la sociedad de consumo. Su bandera es la enseñanza: "Es fundamental para la modernización de un país, para madurar y para la toma de conciencia de un futuro posible que sea solidario, humano, abierto, creativo...

-¿Y el mundo? ¿Cómo lo ve cuando ha caído el muro de Berlín, con el que convivió cuando estaba levantado y cuando yacía hecho añicos?

-Para mí, la presencia del muro fue un shock en mi vida incluso antes de su caída. A veces se pensaba que al otro lado igual se estaba creando un hombre diferente: más generoso, más solidario, más creativo, más desprendido. Incluso más moderno, en la medida en que apuntaba hacia un futuro más verdadero. Un tipo de hombre' que pudiera contrarrestar al que se impone en la sociedad capitalista: aprovechador, competitivo, agresivo y cuyo único objetivo es ganar bienes materiales y dinero. Estoy haciendo, claro, una caricatura, porque el capitalismo tiene también aspectos creativos y el dinero crea cultura. Sólo para explicar que frente a este animal de presa se tenía la esperanza de que al otro lado podían imponerse otros valores.

-¿Y qué ha quedado de esa esperanza?

-Cuando el muro cayó y se recuperó la fluidez que te llevaba de un lado a otro, se pudo constatar que las cosas no eran así, que durante tantos largos años no se había creado un hombre diferente y que quienes creíamos en aquello éramos un poco utópicos e ilusos. A pesar de todo, estoy convencido de que los valores del socialismo no han caído con el muro. Yo creo en lo público, en el espacio público: tanto el físico -la ciudad en la que vivimos- como el ideológico. Creo también en una sociedad montada en buena parte sobre estructuras económicas públicas. Creo, en definitiva, que lo público es uno de los grandes descubrimientos de la democracia. Porque los hombres somos esencialmente seres sociales y lo público es el lugar de la manifestación de la solidaridad.

Lledó está lleno de resortes que la pasión pone en marcha. Busca algunos libros de su biblioteca y lee fragmentos, hay versos que se le escapan al hilo de la conversación, subraya una y otra vez su amor por Cervantes. "Si desaparece la ilusión por lo social, por lo colectivo, y la educación no sabe poner freno a esa agresividad la tente que anida en todas partes, vendrá la guerra y el hombre no tendrá ya futuro", comenta. Embarcado hace ya varios años en una historia de los sentimientos, en un libro sobre la amistad -"sigo sus ramificaciones a lo largo de la historia (le la filosofía occidental"-, Emilio Lledó acaba de publicar Memoria de la ética (Taurus) y proyecta también escribir un libro sobre Kant. "La tensión continua por ajustarse a unos proyectos viables de justicia, de solidaridad, de libertad... eso no es nada utópico. Sin esa energía no se puede trabajar. Ése es el impulso que me ayuda a seguir adelante".

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.

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