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Irse o quedarse

Contra toda razón patriotera, si en adobo de santa hipocresía pudieran coexistir cosas tales, confieso que, al andar de ojeo por ciertas tierras en verdad extrañas, he sentido a menudo un venturoso alivio con ver que allí. pervive, aun desterrada, alguna joya artística de pura procedencia española. Es como ver un gamín black colombiano, Rondelle, salvado por los pelos de la ecológica "limpieza" paramilitar de su entorno. (Para más detalles, súbase el ocioso lector a un vagón trepidante de Un tren de hielo y fuego: Mano Negra en Colombia, libro mestizo de Ramón Chao, que acaban de editar El Europeo y La Tripulación.) Más aún, por mucho que con ello progrese el indignado populismo y los cucos derramen mayor lisura o lágrimas, yo incluso he sonreído con grave insensatez, al borde peligroso del orgullo racial, cuando un cubano de Miami exclamó de un tirón "¡Le zumba el mambo!" ante un hermoso retablo castellano, expuesto en un museo de América del Norte.. 0 sea, que, infiel a la memoria de Melina Mercouri -esa autora que osó ponerle un título algo obsceno a su autobiografía: Nacida griega-, tal vez me haya ido convenciendo, con la edad y los postres, de que todo lo que no se extravía (y conste que no va por Mario Conde, que fue a lo suyo) tiende con prontitud a extinguirse.Viene esto a cuento ahora de una obra de Gonzalo Santonja, Castilla y León: Lo que se llevaron de esta tierra, publicada por la Biblioteca de El Norte de Castilla. Como es justo y natural, el, autor denuncia, con oratorio brío y documentación cabal, el expolio al que ha sido sometido el patrimonio histórico-artístico de aquella comarca. A través de diversas historias anti-ejemplares, se implanta en ese espacio la desdicha y da lugar a un semillero de sucesos que sólo en boca de Miguel Gila alcanzarían el alto grado de lo frutal. Por ejemplo, destaca Santonja el caso de los 45 vecinos del pueblo leonés de Villaviciosa de la Ribera ("Fuenteovejuna del trapicheo") que liquidaron, en 1977, dos retablos y siete imágenes por un total de 275.000 pesetas, buenas éstas, a lo que dicen por acullá, para paliar la pertinaz sequía contemplativa de aquel año año de transición democrática.

No es, pues, propósito de esa obra civilizada darme razón alguna en lo muy irracional del seguir pensando que, a juzgar por el propio estado de cuanto todavía nos queda, envidiable resulta a veces la rara suerte de lo expatriado. No defiendo con ello el estraperlo, pero sí me pregunto si será preferible fenecer en lo auténtico (entre plastas de vaca beatos cirios o lapos de sacristanes traviesos) a conciliar el penumbroso mozárabe con el descaro de un tubo de neón. Que si Lázaro sigue resucitado, tras ser despellejado salvajemente de la ermita de san Baudilio, quizás sea portento del quedar protegido por los muros asépticos del Museo de los Claustros de Nueva York. Así de patadójicos son los desplazamientos alevosos, emprendidos de oficio por pillos disfrazados de hispanistas. Y, ya de paso, nos ahorran sustos. Obsérvense las catedrales, que se desploman sin previo aviso, como si resolvieran en carne propia las recomendaciones pastorales de Elías Yanes sobre la conveniencia de no perpetuarse en los cargos públicos.

Después de todo, acaso sea precepto misericordioso desprenderse al instante de aquello que a ojos vista, nos sobrepasa. Ahí tenemos el noble ejemplo de los egipcios que, sobrados de momias, según nos cuenta Juan Perucho no pusieron serios reparos a que don Eduardo Toda, instalado en El Cairo hacia el año 1884, le proporcionase al doctor Ribera cadáveres exquisitos. Al parecer, aquellos aduaneros no tenían en sus aranceles el epígrafe correspondiente a las momias, mas el lince de Toda, discurrió el rótulo. adecuado para exportarlas: "Bacalao seco". De tal ingenio copto, en contrapartida católica, podríamos deducir de plano la necesidad imperiosa de exportar una o varias de nuestras catedrales bajo etiqueta con denominación de origen: "Jamón con chorreras". Pues no faltan las ocasiones, hermanos, en que el dilema de ser o no ser se corresponde con irse al quinto coño o quedarse para siempre en Babia.

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