Rafael Argullol destaca su preferencia por una escritura transversal

El aforo del salón de actos de la Fundación Juan March quizá sea superior al patio de butacas de un buen cine de los de antes. Este espacio estaba totalmente ocupado ayer viernes, a las 19.30 horas, por un público variopinto, para escuchar al poeta José María Valverde y al filósofo Rafael Argullol hablar sobre Sabiduría de la ilusión, asunto de la convocatoria y título de la colección de ensayos publicada por Argullol en Taurus.José María Valverde celebró el nuevo empeño editorial de Taurus y realizó un análisis de la obra de Argullol, no sólo del último libro, del que destacó el afán "siempre presente de inventar una forma nueva para cada obra, haciendo realidad la observación que Benjamín realizara sobre la obra de Proust: cada obra inventa y agota un género". En este sentido, uno de los títulos de Argullol, Territorio del nómada, parece resumir su posición ante la cuestión formal y filosófica.

Sobre Sabiduría de la ilusión, afirmó Valverde que les menos original formalmente, de una gran nitidez de expresión, casi funcional, y de una fuerte unidad de estilo". Leopardi, citado como una referencia para llegar al pensamiento y la actitud de Argullol, comparte con él, en opinión de Valverde, el hecho de encontrar en la retórica, en su primer significado, "el único consuelo". "La sabiduría como recurso para ir viviendo, eso es la ilusión y la concepción del lenguaje como refugio para poco tiempo son dos elementos del pensamiento de Argullol", concluyó Valverde.

Rafael Argullol comenzó diferenciándose de Fujimori, presidente de Perú. "Yo", dijo, "sí tengo maestros, admiraciones y amigos, y José María Valverde es uno de esos maestros y amigos". Se decantó por una escritura "transversal, aquélla que no se circunscribe a un género", y por la superación de la dicotomía "entre literatura pura y literatura de ideas".

De la filosofía dijo aspirar a un discurso que busque la "unidad entre teoría y práctica". Quizá por ello recordó que en el Renacimiento, y, particularmente, Leonardo da Vinci, buscaba en el arte una función de conocimiento.