"El cine español sólo sobrevivirá integrado en Europa"
Le han puesto un cebo y ha picado, no sin cierto gustillo. Es verdad que los pescadores no lo tenían muy difícil. Sólo tenían que poner en el anzuelo el proyecto de la Escuela de Cine. José Luis Borau (Zaragoza, 1929), nuevo presidente de la Academia Española de Cine desde el pasado 30 de octubre y director de títulos como Furtivos, La sabina, Río abajo o Tata mía, lo confiesa sin recelos.Pregunta. Dicen que es usted un insensato que se embarca en proyectos cada vez más dificiles, ¿Es la presidencia de la Academia el último?
Respuesta. Nunca se puede decir que es el último. Creo que hubiera sido mucho más sensato haber pasado el encargo a otra persona que lo pudiera hacer mejor que yo. Me estuvieron insistiendo mucho, pero lo que me decidió fue el proyecto que encabeza la Academia de resucitar la famosa Escuela de Cine, que ha estado muerta durante 20 años. Yo y otros cuantos más hemos suspirado desde hace mucho tiempo por recuperarla, aunque fuera con otra fórmula. Ése ha sido el cebo.
P. ¿Por qué cree necesario el resurgimiento de la Escuela?
R. El cine hace muchos años que no es un oficio de pioneros. Todo lo que es autodidactismo no cabe ya en el cine. Además, la importancia de la antigua escuela es muy fácil de constatar objetivamente: el cine español más conocido en el mundo proviene de entonces.
P. ¿Qué proyectos tiene, además de la Escuela, como presidente de la Academia?
R. Los proyectos particulares no los puedo adelantar hasta que no cuente con la aprobación de la junta directiva. Sin embargo, a nivel general, hay dos cosas que me preocupan: extender la Academia a algunos aspectos y especialidades de la profesión cinematográfica que no tienen cabida ahora, como, por ejemplo, los ayudantes de dirección, y atraer a la juventud. Me preocupa que la Academia se convierta en una reunión de viejos profesionales, que se juntan para pontificar. La juventud es la garantía para su futuro.
P. Hágame un diagnóstico del cine español.
R. Lo veo mal, naturalmente. Pero el panorama del cine español es el mismo que el de cualquier otro país europeo. Por un lado, está la preponderancia total e indiscutible del cine americano, y, por otro, ese carácter fragmentario, esa industria sin concentración parcelaria de las cinematografías nacionales. La figura de la coproducción era muy utilizada en los años 50 y 60, incluso en un país aislado como era España. Curiosamente, cuando prácticamente no hay fronteras, se ha dado un paso atrás y las cinematografías nacionales se han cerrado más en sí mismas. No se puede luchar con la competencia americana si no se cuenta con un mercado amplio y ese mercado amplio sólo se puede encontrar en nuestro propio continente. Tenemos que tener una cinematografía común, y así quizás podamos ofrecer cierta competencia.
P. ¿O sea, que la solución a los problemas del cine español pasa por Europa?
R. Está claro que el cine español no tiene una solución individual. En teoría se podría mantener apoyándose en los mercados hispanoamericanos, pero esos mercados no son económicamente fuertes. Pero esa ventaja que tiene nuestro cine es pura teoría. La única posibilidad que tiene el cine español de sobrevivir es integrándose en la industria europea.
P. ¿Considera positivo el cambio de las subvenciones anticipadas por las automáticas, llevado a cabo por Cultura?
R. No puedo contestar hasta que no vea las consecuencias del nuevo plan, hasta que no se tengan datos concretos. No es un invento de la Administración española, sino una adaptación de fórmulas y soluciones vigentes ya en otros países europeos, como en Francia. Si en esos países ha funcionado, ¿por qué no va a funcionar aquí?
P. Usted ha sido uno de los afectados, ya que había presentado un proyecto que no ha obtenido ayuda anticipada.
R. Me parece natural que un proyecto se rechace porque no tiene la calidad suficiente. Pero éste no fue el caso, puesto que fue a posteriori cuando se decidió que la convocatoria era sólo para nuevos realizadores. Con eso si estoy disconforme, porque hay un trecho muy grande entre el texto de la convocatoria y el de la resolución.
P. ¿Qué proyecto había presentado?
R. Es una historia que se llama Niño nadie y que utiliza retazos de otras historias que yo escribí. Es sobre un grupo de gente que cree haber encontrado la solución de la vida. El filme cuenta los esfuerzos de ese grupo para implantar su nueva idea, para descubrir esa especie de piedra filosofal. Reconozco que es una película muy rara, que va contra corriente, no sólo de lo que se lleva en el cine comercial, sino de creación, que es mucho más grave. Pero ése es un precio que se paga siempre; no sé si está bien o mal decirlo, pero yo hago las películas para mí.
P. Como guionista y profesor de guiones que fue en la antigua Escuela, ¿cómo ve el panorama de guionistas en nuestro país?
R. El guión en España padece de los mismos problemas que en el resto del mundo. Cuando oyes a esas viejecitas diciendo que ahora no se hacen películas como las de antes, lo que están expresando, en el fondo, es que el cine actual carece de historias. Las historias de las películas suelen ser hoy un pretexto, y con cualquier historia un poquito aderezada y con imágenes mas o menos rutilantes o más o menos vistosas se hace una película. Lo que ocurre es que la gente se entretiene mientras ve esa película, pero cuando sale del cine se produce una especie de vacío y de desilusión porque la película es fraudulenta. En mis clases siempre he puesto el ejemplo de que la historia tiene que ser como un iceberg; la masa del iceberg es lo que no se ve y ahí es donde reside el peligro del choque. Una película te tiene que dar la sensación de que has visto mucho más de lo que has visto y que hay mucho más todavía detrás de lo que has visto. Entonces es cuando la película tiene una dimensión, un peso y un peligro en el sentido positivo de la palabra.
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