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Tribuna
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El imperio Mondragón

Tomàs Delclós

En una colina, contemplando Mondragón, está la sede central de la cooperativa más fuerte y singular de España. El dominio geográfico sobre la ciudad es una pálida metáfora de su poderío. Este año, las ventas rondarán el medio billón de pesetas. La huella de la Mondragón Corporación Cooperativa (MCC) está por todas partes. Suya es la red de supermercados Eroski y la Caja Laboral. Entre su centenar de empresas las hay dedicadas al arte funerario o la construcción de bicicletas. Suya fue la carpintería metálica del Palau Sant Jordi de Barcelona y dentro de poco abrirán una fábrica en Marruecos. Una fábrica de neveras para la clientela norteafricana, aunque ahí los trabajadores contratados no serán cooperativistas, sino asalariados.El neófito que quiera hablar con los socios de la MCC deberá, antes que nada, hacer un aprendizaje sobre el vocabulario de la casa. Al sueldo se le denomina "anticipo de consumo" porque se adelanta de los beneficios anuales. Los 25.000 cooperativistas que trabajan en ella, más que propietarios u obreros, se llaman socios trabajadores. Y lo que podría entenderse como comité de empresa es el consejo social. Pero es que MCC, te explican, no es un holding cualquiera.

Antonio Herzog llegó de Andalucía y entró en la casa en 1969. Aportó 90.000 pesetas de entonces. Este capital y su trabajo le hacen dueño de las decisiones que se toman a través de una tupida pirámide de órganos directivos a los que se llega por votación. Trabaja en Fagor. Hace dos años decidieron bajarse el sueldo porque las cosas no iban bien. Se habló de dumping social, y los sindicatos, que no actúan como tales dentro de CM, fueron severos. "Tuvimos algún problemilla con ellos, pero salvamos los puestos de trabajo". Herzog está convencido de que hicieron bien. "Nos libramos de la quema. Algunos que nos criticaron están ahora sin empleo y sin dinero". En Fagor las cosas han vuelto a animarse y en noviembre trabajarán los sábados. "No nos podemos negar. Cuando las cosas van mal y hacemos menos horas, se cuentan, y luego las trabajamos cuando hace falta". Porque, lo dicen todos, lo importante es que su MCC sobreviva. "A los jóvenes, como se lo han encontrado más hecho, quizá les cuesta implicarse en el proyecto. Aunque, tarde o temprano, lo hacen. Aquí discutiremos lo que haga falta, pero al final vamos todos a una".

La clave, explica uno de sus ejecutivos, está en que la empresa es de sus trabajadores y lo que cuesta dinero a la empresa se lo cuesta a ellos. Cotizan como autónomos con vistas a la jubilación, pero todo lo demás, desde asistencia sanitaria a subsidios laborales, sale de un fondo común que alimentan con los beneficios. En MCC, la factura del paro no la paga el Estado: la pagan sus socios. A un pionero de la casa, recordando al fraile fundador, se le ocurrió decir que Mondragón era una "franciscana industrial". Todavía se ríen con orgullo de la broma.

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