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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Vagabundeo melódico

Componer y estrenar una ópera en Madrid supone siempre un acontecimiento y como tal ha de tenerse la presentación de la producción española de La madre invita a comer, a la que asistió una crecida nómina de "gente conocida" que dispensó a los autores, realizadores e intérpretes una acogida interesan te y no pocos aplausos.En marzo de 1990, Molina Foix y De Pablo iniciaron su colaboración con El viajero indiscreto y debieron quedar tan satisfechos de la experiencia que han decidido servirse nuevamente del tema y los personajes para La madre, conocida ahora, así como para una futura o pera que completará la trilogía, cuyo título será La luna del desenlace.

La madre invita a comer nació a instancias del italiano Mario Messinis y se estrenó en junio del año pasado en el teatro Goldoni de Venecia en una producción bien distinta a la madrileña, pues utilizaba únicamente teatro de sombras y marionetas. Confiesa De Pablo que prefiere la versión "de carne y hueso" que ha tenido como fóndo y ambientación una escenografía de Alberto Corazón esquemática y muy bella a base, casi exclusivamente, de elementos corpóreos y mobiliario, así como alguna utilización luminotécnica plenamente acertada.

Festival de Otoño-Teatro de la Zarzuela

La madre invita a comer. Libro de Vicente Molina-Foix, música de Luis de Pablo. Intérpretes: Beatriz Lanza, María Luisa Maesso, Luis Álvarez, Juan Pedro García Marqués, José Antonio Carril, Luis Vincent, Ifiaki Bengoa, Flavio Pérez, Carmelo Blanco, Alberto Gómez, Alberto de Miguel y Enrique Sancho. Dirección musical José Ramón Encinar. Dirección escénica: Gustavo Tambacio. Escenografía y vestuario: Alberto y Baruch Corazón. luminación: Antonio Camacho. Orquesta Sinfónica de Madrid.Teatro de la Zarzuela, 15 de octubre.

En La madre no se continúa la historia El viajero, sino que se nos da la peripecia anterior en una suerte de flashback "en clave grotesca", según el libretista,, aunque el músico deja escapar un término -lo macabro- más evidente que lo satírico, quizá por el tono de la realización. A lo largo de cinco escenas, que se suceden sin interrupción, y como rodeando el extraño banquete de la madre, lo libidinoso acaba convirtiéndose en antropofagia y en el proceso de desarrollo alternan lo cuasi airoso, los versos voluntariamente ripiosos y otras furberías.

De Pablo continúa el estilo de su ópera anterior a través de un vagabundeo melódico que sólo en ocasiones toma forma más precisa, apoyado en una orquesta reducida que como es usual en el compositor, incide constantemente en diversificaciones e individualizaciones tímbricas, tanto como en soluciones muy contrastadas como el acompanamiento de percusiones graves o por grupos instrum entales en su región aguda.

Como es bastante habitual en el género, del texto apenas entendemos nada, a pesar de que De Pablo sigue con cuidado la acentuación y la prosodia. Por momentos nos sorprenden recursos de valor gestual y significativo que traen a nuestra memoria rasgos straviriskianos y en conjunto, la partitura no escandalizará a nadie. Todo el cuadro de cantantes se comportó excelentemente, pero merece una cita especial la soprano Beatriz Lanza en La madre o el barítono Luis Álvarez.

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