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Un paso natural

El jazz, como en general todas las artes, ha evolucionado a golpe de sucesivas revoluciones y contrarrevoluciones. No es extraño, pues, que a finales de los años 60 al emprendedor Manfred Eicher se le ocurriera la brillante idea de dinamitar calladamente los sacrosantos pilares de la veleidosa industria discográfica norteamericana con demoledoras cargas de rigor germánico. Tras unos primeros pasos tentativos, Keith Jarrett llegó llovido del cielo para inyectar moral y dinero en las arcas de un sello que resumía su decálogo en una sola frase. "ECM, el sonido más bello después del silencio".Sorprendido por el éxito lejos de su país de origen, Jarrett alternó sesiones de grabación y actuaciones de su grupo regular americano con un trío dirigido por el noruego Jan Garbarek, entonces un joven de discreto historial pero condiciones más que prometedoras.

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La comunión artística entre pianista y, saxofonista se reveló sumamente fructífera no sólo en el ámbito del jazz sino en el acercamiento a las formas cultas. Luminessence (1974, música para orquesta de cuerdas y saxo) y Arbour Zena (1975) quedaron como pruebas de aquel temprano entendimiento. La creación de la división ECM New Series, dedicada a las estéticas de orientación no Jazzistica, permitió a Jarrett realizar discutidas versiones de partituras de Bach y Shostakovich. Mientras, Garbarek concentraba sus esfuerzos en estrechar lazos entre la nueva música improvisada y distintos folclores.

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