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García Sevilla: "Soy un impresolista"

Dos exposiciones muestran los últimos trabajos del pintor

Perdone, ¿estos cuadros son anteriores o posteriores a los que hay en la entrada?". "Lo que usted quiera. ¿Qué le apetece?". "No, quiero saber cuáles son los últimos". "Pues, mire, lo que prefiera, yo siempre pongo fechas falsas para no saberlo". Ferran García Sevilla ha mezclado, en las dos exposiciones en las galerías Joan Pruts y Joan Prats-Artgráfic, de Barcelona, las obras realizadas en los últimos tres o cuatro años, combinando temáticas y conceptos. El pintor se define como "impresolista", un juego de palabras que evoca la soledad que, en su opinión, padecen o disfrutan todos los artistas.

"A nadie se le ocurre, cuando está en un concierto, levantarse y pedirle a mitad de un compás al director que le explique lo que ha querido decir con determinada interpretación. Pero en cambio, en pintura, siempre tenemos el referente literario y llueven las preguntas sobre qué quiere decir una cosa, o qué sentido tiene la otra". Ferran García Sevilla se ha cansado. No quiere entrar en el juego aunque es demasiado diestro como para no conocer las reglas. Por eso sabe esquivarlas. "A los artistas no se nos puede pedir la opinión constantemente, no somos responsables de todo. Suficiente trabajo tenemos en hacer alguna cosa que se pueda mirar con los ojos y pueda ser memorable para ellos"."El artista va al taller porque tiene unos mecanismos aprendidos, e, incluso, por razones terapéuticas, porque necesita saciar cierta ansiedad. Busca nuevas sensaciones porque le faltan y este vacío lo suple con el trabajo cotidiano en el taller". Está inmerso en un campaña para desmitificar el arte, la idea romántica que se tiene de él, y por eso cuando habla de sus cuadros explica todos los trucos técnicos, la "cocina", y se remite al oficio. De lo que hay detrás no habla, o lo hace con ejemplos y metáforas.

Se le ha considerado un provocador, tanto por lo que dice como por lo que hace, pero él asegura que no, que nada de esto le afecta. "Si digo que Velázquez no me gusta no es para espantar al personal. Digo lo que siento. A lo mejor soy idiota, o subnormal, pero no veo nada en estas pinturas. Y seguramente me pierdo cosas, de acuerdo, pero no lo veo". Y confiesa que la sinceridad le ha causado problemas, pero que sus amigos ya lo dejan por imposible y que, en cierta manera, tiene "patente de corso". "Entiendo que se pueden hacer las cosas de otra manera. Que es muy fácil adaptarse al medio. De hecho, quedarse con el personal está tirado porque los mecanismos humanos son muy pobres. Pero, mira, será que me hago mayor, pero cada vez tengo más distancia de estas cosas".

El vacío y la angustia

Una distancia que considera fundamental para obtener el gozo artístico. "Los japoneses hablan del vacío y la gente entiende el vacío como la ausencia de cosas. Y no. El vacío es no agarrarte a las cosas. La mente en blanco no puedes tenerla, eso es la muerte; de lo que se trata es de dejar pasar las ideas, de no engancharte en ellas. Si estas angustiado no puedes disfrutar de las cosas. La principal condición para reir, para gozar, es estar sereno, calmado".Se da por satisfecho si tres personas alcanzan el mismo disfrute que él tuvo haciendo sus pinturas, aunque afirma que no pensaba en ellas cuando lo hizo. De las más de 300 obras que ha realizado en los últimos años, sólo enseña treinta. ¿Representativas? Puede ser, o no. Responde de las que hay, y de las otras. "Cada artista tiene maneras diferentes de mostrarse en público. Yo procuro tener una mirada tranquila y con tiempo. Procuro ser prudente a la hora de la selección. He aprendido que lo último no tiene porqué ser lo mejor".

Y bueno. Casi al final, surge la pregunta: "¿Qué piensa de la situación del Reina Sofía?". Se sonríe y contesta raúdo: "Sabía que lo preguntaría. Mire, lo tengo escrito: 'No me arrolle; no me alboroce; ni me acorrale; que con los últimos acontecimientos, se me ha girao la cabeza; y yo no hago miracles". La "copla" puede dar de sí, pero él asegura que se ha vuelto muy prudente. "Mira, los buenos profesionales siempre tienen la vida asegurada. La política es política y lo mío es pintar. Es obvio que el arte no puede cambiar la vida, pero si algo puede hacer, que es poco, es ayudar a uno mismo y a los otros a ver que la realidad es múltiple y relacionable. Es como un antídoto a la razón de Estado, que es unívoca. Es ésta pequeña aportación de mostrar que las cosas pueden ser así, pero también asá, y que no pasa nada".

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