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INTERVENCIÓN EN EL CARIBE

La policía de Cédras mata tiros a un seguidor de Aristide en Puerto Príncipe

Un reguero de sangre seca sella el lugar en donde cayó ayer la primera víctima que se ha producido tras la ocupación pacífica norteamericana en Haití. Un joven demócrata partidario de Jean-Bertrand Aristide, el presidente legítimo del país, cayó abatido por la policía del régimen desplazado del poder por el acuerdo del pasado domingo. Murió cuando estaba manifestándose junto con decenas de seguidores de A-ristide en la zona del puerto, en la intersección del bulevar Harry Truman con la avenida de La Saline de Puerto Príncipe.

Esta muerte y los numerosos heridos que hay que añadir en diferentes manifestaciones realizadas con ingenua ilusión ante sus supuestos salvadores, los soldados norteamericanos, ha hecho crecer la frustración y la rabia en Haití.A última hora de la tarde de ayer (primeras horas de la madrugada en España), el centro de la ciudad estaba ya tomado por las fuerzas del orden. Numerosos camiones y autobuses - escolares procedentes de los barrios ricos, con policías y soldados a bordo, recorrían la zona lindante con el Caribe.

Grupos de attachés, los esbirros civiles del régimen, armados con palos, golpeaban a los demócratas ante la misma Embajada norteamericana. Soldados de las fuerzas ocupantes han empezado ya a manifestar a los periodistas que les resulta difícilmente soportable asistir al martirio de la gente a la que se supone han ido a ayudar.

Barry Willy, uno de los coroneles de la misión militar, que ayer actuó como portavoz del mando norteamericano -aunque la frase que más repitió durante la rueda de prensa fue: "De eso no tengo los detalles"-, aseguró que un millar de soldados está siendo enviado a Cabo Haitiano, en el norte, para controlar también este punto estratégico.

Dijo que la operación había sido un éxito, "tanto militar como políticamente". Sobre los incidentes del lunes por la tarde, en los que manifestantes pro Aristide fueron reprimidos por la policía ante los soldados norteamericanos a los que estaban ovacionando, el pétreo coronel Willy declaró que no tenía los detalles porque no había estado allí.

"Nuestros soldados sólo han de protegerse a sí mismos, y crear la confianza necesaria para que vuelva el Gobierno legítimo", explicó. Lo cual quiere decir, al parecer, que se quedarán quietos mientras los sanguinarios policías sólo repartan leña entre sus admiradores.

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Júbilo reprimido

Precisamente ayer martes, poco después de la rueda de prensa, centenares de partidarios del presidente legítimo marcharon ante los soldados norteamericanos desplegados profusamente entre los árboles del aeropuerto. Era nuevamente la expresión del júbilo de unos muchachos largamente reprimidos que ven en ellos a sus salvadores, y otra vez fueron golpeados por la policía.

Considerando que, según el coronel Willy y el portavoz de la Embajada de EE UU, Stanley Schrager, las relaciones entre el mando de su país y los militares haitianos, incluido el hasta anteayer feroz enemigo Raoul Cédras, es "de gran cooperación", resulta razonable que la gente se pregunte cómo va a instaurarse la democracia en este país, qué cesto va a salir utilizando los mismos mimbres represores.

El propio general Henry Shelton, jefe de la operación, manifestó que, en su reunión de dos horas celebrada ayer con Raoul Cédras, dejó bien claro que la seguridad interna del país "no es prioridad norteamericana", y que su único interés, reiteró, es asegurar la transición pacífica y el retorno del presidente Aristide. Lo cual, sin seguridad interna previa, es prácticamente imposible: una peligrosa serpiente que se muerde la cola.

Los mandos norteamericanos no parecen inquietos por el hecho de que Aristide sólo se haya remitido a los acuerdos de la Isla del Gobernador desde su exilio en Nueva York, ni a su razonable falta de confianza en los acuerdos, y aseguran que será Aristide quien aclarará el panorama político cuando regrese.

Un enjuague

En cuanto al hecho de que el texto firmado no garantice la marcha del país de los golpistas, el portavoz Schrager lo reconoció, pero dijo que "tanto Cédras como Philippe Biamby [su segundo] parecen estar en buena disposición, y lo mismo podría decirse de Michel François [jefe de la Policía], aunque no está comprometido en el acuerdo". Es decir: esto se va pareciendo cada vez más un enjuague.

Por su parte, los soldados norteamericanos se limitan a permanecer cuidadosamente quietos en los puestos asignados, como si temieran que cualquier gesto por su parte pudiera convertir este país en una versión de Somalia, esta vez con el añadido del vudú.

Es una extraña sensación. Al otro lado de la alambrada que separa el aeropuerto de la carretera montan guardia los soldados norteamericanos con sus armas sofisticadas; en la carretera los policías corren a bastonazos a los demócratas haitianos partidarios de Aristide por quienes dichos soldados han venido a este país.

Y, enfrente, en el prado, pastan las vacas con su indiferencia habitual, entre niños harapientos y desnudos, de sexo tumefacto por las infecciones. Esta imagen es, seguramente, una exacta parábola del Primer, el Segundo y el Tercer Mundo, juntos, pero sin tocarse, en unos kilómetros cuadrados.

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