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FERIA DE GUADALAJARA

Cabras

Sacaron cabras y las cortaron tres orejas, ¡oh, qué ciclópea proeza! ¿Conoce alguien el mérito de cortarle una oreja a una cabra? ¿Se lo imagina? Uno no lo haría ni por todos los puros de la Habana. Bueno, por todos sí, pero no por menos. Se coge la cabra por la oreja, se blande el acero y ¡ojo! porque lo probable es que la cabra pegue furioso bocado y se lleve la mano de souvenir.Menudas son las cabras... Algo debió suceder, sin embargo, con las que sacaron en Guadalajara, pues no pegaban bocados ni nada. Antes bien, desfallecían. Se ponía delante de ellas un torero, decía ¡jé!, y las daba un deliquio. "Es que las cabras son hoy en día un poco mariquitas", comentaba alguien entre el público, con evidente falta de delicadeza.

Galache / Mendes, Rincón, Chamaco

Cinco toros de Francisco Galache (uno fue devuelto), chicos impresentables, inválidos; 4º sobrero de El Pilar, con trapío, manso. La corrida anunciada de Los Bayones fue rechazada en el recconocimiento. Víctor Mendes: estocada caída -aviso- y descabello (oreja); estocada caída a toro arrancado y descabello (oreja). César Rincón: pinchazo hondo bajo, rueda de peones -aviso- y descabello (silencio); pinchazo, estocada corta baja y rueda de peones (pitos). Chamaco: estocada corta baja y descabello barrenando (silencio); pinchazo, estocada,, contraria -aviso- y descabello (oreja). Plaza de Guadalajara, 16 de septiembre. 3ª corrida de feria. Cerca del lleno.

La cuarta cabra volvió al corral, porque no se tenía en pie y salió en su lugar un torazo corpudo, que no asustó a Víctor Mendes. Antes al contrario lo banderilleó -bastante mal, por cierto-, le ciñó valentones derechazos, soportó una colada peligrosa al marcar el pase de pecho, añadió molinetes a la tarea, mató pronto. Y se le reconoció el mérito. Al revés que en su primera cabra, a la que estuvo pegando derechazos hasta dejarla turulata, mientras el personal hacía esfuerzos -en algunos casos, infructuosos- para no roncar.

Le dieron la oreja, de todos modos, porque en las corridas sean de toros o de cabras, la oreja hay que darla siempre Curiosa fiesta: es la única del mundo en que el público va a aplaudir, y en efecto se pasa la tarde aplaudiendo, no importa que el espectáculo sea bueno o malo, que salgan toros o cabras. Aplaude los puyazos traseros con carioca, las banderillas en el costillar, los pases embarcando desde la lejanía, los desarmes, los pinchazos, los bajonazos; hasta una montera que caiga boca abajo tiene su aplauso. Y luego ha de pedir la oreja, con desaforados gritos y grandes aspavientos.

La vocación aplaudidora y orejista explica, de un lado, que a Chamaco le dieran también una oreja, y de otra, que la gente no quemara la plaza. Sólo unos años atrás, torea lo que toreó Chamaco, y hay un motín. Su primera cabra, berrendita y ordezuela, se ponía a morir cada vez que pretendía darla un pase; a la otra, cariavacada, famélica y despitorrada, la pegó derechazos de rodillas, de pie se los pegó peores, los naturales le salieron zarapastrosos por dejarle la muleta en los ojos a la cabrita -y la cabrita se la quitaba de en medio pues le impedía contempla el panorama-, volvióse a arrodillar. Y cayó la oreja, faltaría más.

César Rincón no se llevó oreja alguna y debería rendir cuentas por eso. Torpón, ventajista y con la torería perdida, ni siquiera las cabritas le inspiraban confianza y las despenó tras desordenados trapaceos.

Fue, en fin, una corrida de tantas: ese montaje fraudulento, hortera, surrealista e infame en que han convertido la fiesta brava.

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