Los logros eclipsan a las frustraciones en el primer año de paz en Palestina
JUAN CARLOS GUMUCIO, La misma sonrisa que hace un año. Quienes asistieron a la reunión entre Yasir Arafat y el ministro israelí de Finanzas, Avrahan Shohat, en Gaza hace dos días comprobaron que el líder palestino no ha perdido su alegría. Arafat, instalado en la franja autónoma desde julio, estaba radiante. Acababa de pactar un acuerdo para desbloquear las negociaciones económicas con Israel. El acuerdo fue firmado anoche por Arafat y el ministro de Exteriores israelí en Oslo. Al cumplirse ayer un año de la histórica firma de paz entre Israel y la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), la tendencia oficial en ambos lados es afirmar que los logros eclipsan a las frustraciones.
Mientras Arafat y el ministro israelí de Exteriores, Simon Peres, se reunían ayer en Oslo para festejar con un concierto el aniversario con los patrocinadores noruegos del proceso de paz, un grupo de periodistas jordanos visitaba granjas israelíes en Galilea. Mientras Peres declaraba a su llegada a la capital noruega que "el sueño de la paz se ha convertido en una realidad", intelectuales árabes conversaban con sus colegas israelíes en Jerusalén en un foro sin precedentes, patrocinado por la presidencia israelí. Indudablemente, el primer año de paz entre israelíes y palestinos está generando escenas que hasta 1993 eran impensables.Por lo general, israelíes y palestinos están de acuerdo. A pesar de los altibajos y las amenazas omnipresentes, el proyecto de paz avanza hacia su consolidación. Quizás no a la velocidad prevista o deseada por los palestinos, pero se mueve. Y uno de su primeros frutos es la aceptación común de que los antiguos enemigos están comenzando a conocerse y a buscar soluciones a los múltiples problemas comunes.
"El hecho de que estemos hablando de paz y mantengamos nuestro acuerdo es positivo", comentaba hace poco Saeb Erakat, miembro del gabinete de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) y uno de los hombres que está llamado a desempeñar dentro uno de los papeles más complejos en el actual proceso: la organización de elecciones para formar un consejo gubernativo. La mayoría de los palestinos es consciente de que una cosa son las ceremonias, los apretones de manos y otra la realidad en las tierras palestina.
Incluso los palestinos más escépticos admiten que se han registrado avances, pero no dejan pasar oportunidad para señalar que la lista de objetivos sin alcanzar es aún larga. Millares de palestinos permanecen en prisiones israelíes; los habitantes de Gaza no pueden trasladarse cómodamente hacia Jericó, y viceversa. La cuestión de la soberanía de Jerusalén no tiene visos de hallar una solución aceptable.
Pero el propio Arafat tiene muy poco que mostrar a su pueblo un año después de los acuerdos. En Gaza hay mucha más libertad que durante la ocupación, pero las condiciones de vida de sus 800.000 habitantes no han mejorado. El desempleo es tan alarmante como la escasez de viviendas, escuelas y material sanitario. Arafat echa la culpa a la lentitud con la que actúa la comunidad internacional, que se comprometió a apuntalar el desarrollo de los territorios ocupados. El acuerdo firmado anoche en Oslo debe desbloquear las donaciones internacionales. Según declaró anoche el ministro de Exteriores noruego, Bjorn Tore Godal, "ahora estamos mucho mejor preparados para acelerar el trabajo de los donantes y acelerar el presupuesto palestino y el apoyo a la nueva policía".
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