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Un toque de incompetencia

Los organizadores de la Mostra trajeron ayer de coronilla a centenares de informadores acreditados en este festival. La noticia de los premios fue dada de forma inexplicable en dos etapas: a las cuatro de la tarde publicaron la lista de películas premiadas, pero sin decir qué premio correspondía a cada una. Y sólo cuando comenzó en el Palazzo del Cinema la gala de la clausura, completaron la mutilada información con la noticia completa de qué estatuilla era de qué película.Este disparate es uno entre mil indicios de la desorientación y de la falta de criterios selectivos y organizativos que ha convertido a esta edición del más antiguo de los festivales del cine en una jaula de grillos. La insignificancia de la mayoría de las películas permitía vaticinar cuales iban a entrar en la pequeña batalla de los premios. Bastaba con que se viera un poco de solvencia profesional en la pantalla, para deducir que aquello iba a contar, sin necesitar para hacerlo al añadido del talento.

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La manzana de la discordia fue Natural born killers, de Oliver Stone, que es un alarde de sabiduría técnica de montaje y que ciertamente tiene un ritmo apabullante, junto a dosis considerables de oportunismos, pues es una película contra la violencia de los reality shows de la televisión americana que se aprovecha descaradamente del reguero de popularidad que generan éstos para convertirse en una minas de dólares. Y Stone, que además de un experto hombre de cine es un chico listo; y que no ignora en absoluto, sino que tiene plena conciencia de ella, la vidriosa ambivalencia de su trabajo, se despachó con una serie de declaraciones-coartada que soliviantaron a algunos miembros del jurado hostiles al izquierdismo de boquilla del cineasta. Mario Vargas Llosa, saltándose la norma de discreción que obliga a los jurados a no hablar públicamente de las películas que tienen que juzgar, juzgó a Natural born killers a tumba abierta, tildándola en un periódico de reaccionaria, hipócrita y superficial. En otra esquina del cuadrilátero, David Lynch -colega y amigo de Stone- defendió al autor de la escandalera; mientras Quentin Tarantino, que es autor del primer guión de la película de Stone, pero que se niega a firmarlo porque se considera traicionado por su director, se despachó contra su colega y, por todos los síntomas, enemigo. Tarantino no era jurado, pero tenía en el jurado una incondicional, la actriz Uma Thurman, protagonista de su Pulp fiction. Y el rumor añade que la entrega por etapas de los resultados de las deliberaciones del jurado se debía a que sólo a muy última hora éste llegó a una solución de compromiso sobre dónde y cómo había que meter en la lista a Oliver Stone.

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