Cuba recupera la calma tras el desalojo del petrolero
El pueblo de Mariel recobró ayer su paz habitual tras la vuelta a casa de cientos de personas que abordaron el domingo el petrolero Jurassa, de bandera maltesa, para tratar de viajar a Estados Unidos. Los ocupantes del Jurassa comenzaron a salir en pequeños grupos de dos o tres personas después del mediodía, y a eso de las siete de la tarde (una de la madrugada de ayer en España) lo hicieron en avalancha, en grupos de decenas y hasta centenares de personas. La mayoría de ellos afirmaron que decidieron salir porque las condiciones dentro de la embarcación eran pésimas, sin casi comida ni agua, y porque se convencieron de que las autoridades jamás permitirían la partida del Jurassa.
Los cuatro kilómetros que separan el centro del pueblo de La Boca de Mariel, donde se encuentra el muelle de la terminal de azúcar a granel donde está atracado el Jurassa, se transformaron al caer la tarde en una senda de depresión y derrota. Decenas de familias, con niños pequeños cargados al hombro, volvían hacia sus casas con la cabeza gacha y cara de cansancio, y la ropa manchada de grasa. Mientras, al menos una docena de camiones de la policía y jeeps cargados con equipos antidisturbios abandonaban el lugar, y las ambulancias que habían sido desplazadas a la zona retornaban a sus hospitales.El cruce de La Boca con la carretera que conduce a La Habana era también un centro de reunión entre familiares que no se veían desde el domingo, como el de Pedro con sus padres y hermanos. El día en que se produjo el abordaje del Jurassa, él estaba viendo a su novia y cuando volvió a casa no encontró a nadie. Como en su casa, el domingo muchos hogares de Mariel se quedaron semivacíos, pues históricamente los habitantes de este pueblo situado a 35 kilómetros de La Habana han tenido vocación de emigrantes.
"Aquí ya no queda casi nadie", decía el lunes una joven que, sentada en un banco de la calle que une el malecón con la Puntilla de Mariel, miraba el Jurassa a la entrada de la bahía.
Muchos botes y lanchas de Mariel se han marchado desde que el presidente cubano, Fidel Castro, dijo en televisión que si Estados Unidos no cambiaba su política migratoria hacia Cuba y seguía admitiendo en su país a todos aquellos cubanos que secuestrasen barcos o llegasen ilegalmente en balsas, el Gobierno ordenaría a los guardacostas que no obstaculizasen la salida hacia EEUU de embarcaciones particulares ni la entrada de barcos de Miami que viniesen a recoger a familiares y amigos.
El servicio de guardacostas de Estados Unidos informó que el lunes, sus barcos ayudaron a llegar a las costas de Florida a 272 emigrantes en varios. grupos, la mayor cifra en un sólo día desde el puente marítimo de Mariel, en 1980. Horas antes habían informado que más de 370 refugiados cubanos habían llegado al Estado norteamericano entre el viernes y el domingo, lo que ya había comenzado a preocupar a las autoridades norteamericanas.
Por otro lado, una vez terminada la crisis del Jurassa, las autoridades cubanas aseguraron que no se tomarían represalias contra los ocupantes del petrolero de bandera maltesa, pero informaron que "será investigada la responsabilidad del capitán del barco y parte de la tripulación". Ninguna fuente oficial ha confirmado si el capitán, de nacionalidad griega, ha sido detenido, pero todo parece indicar que así ha sido tras las acusaciones hechas el lunes por el Ministro del Interior, Abelardo Colomé Ibarra. Éste aseguró que el incidente del Jurassa sólo había sido posible gracias a la actitud del capitán del barco, quien permitió y prácticamente organizó el abordaje de la nave el domingo pasado. Según vecinos de Mariel entrevistados por este diario, una gran parte del pueblo sabía, tres días antes, que el Jurassa "se iba a ir" a EE UU.
Según otras versiones, también procedentes del Mariel, el capitán del petrolero -que en el momento de los hechos estaba cargado con 500 toneladas de petróleo- tenía una novia en la pequeña localidad de Boca de Mariel, a quien había dicho que se llevaría consigo cuando terminase su contrato con la empresa. El capitán, siempre según dicha versión, se puso de acuerdo con algunos lugareños para organizar la fuga masiva, y pidió como condición para zarpar que el grupo de refugiados fuese superior a 200, aunque este extremo no ha sido confirmado oficialmente.
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