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TEATRO: FESTIVAL DE MÉRIDA

Comediants deja al público exhausto y feliz

'...Y al final, un espejismo...' clausuró el festival con un espectáculo múltiple

En la más pura tradición Comediants, el grupo catalán estrenó la noche del pasado, viernes ... Y al final, un espejismo..., un nuevo montaje con novedades multiespaciales y temporales. Así se clausuró la XXXX edición del Festival de Teatro Clásico de Mérida, dedicado este año al dios Marte y a la mujer en la guerra, aspectos que Comediants tuvo en cuenta en su gran sarao, que entusiasmó a los 3.000 espectadores que acudieron al Teatro Romano.

Como introducción a la festiva noche, Comediants recibió a los espectadores en la puerta del teatro, donde varios actores actuaban convertidos en charlatanes de feria. El grupo catalán ofreció una cuidada selección de las mejores escenas de sus espectáculos de la última década, adaptadas al lema en el que este año se ha basado el Festival de Mérida: las guerras y el papel que la mujer tiene en ellas.El que Comediants tuviera en cuenta este aspecto hizo que se viera por primera vez al popular grupo abordando escenas agresivas y cruentas. Pero una vez finalizado el corpus del espectáculo -varias veces interrumpido por aplausos, risas y comentarios jocosos sobre los órganos sexuales de varios miembros del grupo, que trabajaron en una larga escena desnudos-, empezó la auténtica juerga, en la que en la más pura tradición Comediants no faltaron tracas, fuego, demonios, ruido y personajes pintorescos.

Fue entonces cuando, empezó la fiesta mediterránea, un gran sarao que, para muchos comenzó después de una representación de casi hora y media. Fue un montaje multiespacial cuyo objetivo era desbordar al público con numerosos miniespectáculos simultáneos y aguantar el tipo hasta la huida del último espectador. En Mérida, el aguante duró sólo hasta las cuatro de la madrugada.

En un rincón aparecía una narradora de aleluyas; en otro una incitadora a descubrir olores; especialmente exitoso fue el interrogador de costumbres grecolatinas que premiaba con comida a los acertantes. Comediants acogía a los 3.000 espectadores en los diferentes escenarios, donde un obispo irreverente duchaba al que quisiera, un fotógrafo espontáneo plasmaba sucedáneos de bacanales romanas, un minotauro de fuego era seguido por un desfile de espectadores, una orquesta de tambores se colaba entre el público, parejas ataviadas de trajes de novios paseaban plácidamente, hombres cavernícolas asustaban a las muchachas con cachiporras y penes artificiales (ambos enhiestos) y legionarios en minifalda cacheaban a los espectadores.

Joan Font, director de Comediants, también sucumbió a la noche mágica y se disfrazó de cocinero ambulante que pedía comanda a todo bicho viviente. A las cinco de la madrugada comentaba agotado y eufórico: "La sorpresa ha sido comprobar la comunión entre espectáculo y público, sin olvidar la alegría que nos produce ver público joven de los que se dice que no van al teatro". Y añadió: "Lo que más nos fascina es la mezcla de personas de distinta edad, condición, ideología compartiendo una noche de teatro".

Tanto la mente como el cuerpo fueron sometidos a una sobredosis por parte del grupo catalán, que por primera vez podía utilizar un espacio como las ruinas romanas de Mérida para llevar a cabo su fiesta teatral. El que el entorno fuera conjunto histórico artístico declarado por la Unesco patrimonio de la humanidad, llevó a la organización del festival, la productora Espectáculos Ibéricos, a repartir papelillos para recordar a los espectadores el imprescindible respeto por el entorno.

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