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Crítica:JAZZ: FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Triple salto mortal

La síntesis que propone Steve Coleman es a la música lo que el triple salto mortal con tirabuzón es al mundo del trapecio. Ahí es nada: fundir el bebop de Charlie Parker y el soul de James Brown con el sistema armolódico del Ornette Coleman eléctrico y algunos apuntes, previamente dramatizados, del Miles Davis frívolo. El saxofonista pone orden en este laberinto estilístico simplificando estructuras y llevándolas al plano que le interesa: el rítmico. Coleman ha confesado que se mueve en el ritmo como murciélago en la oscuridad, que posee el don de percibir el ritmo que emanan personas, animales y cosas. Imbatible en un concurso televisivo: distinguiría sin dificultad la sutil diferencia entre el de un andaluz de Écija y el de un onubense.Después de fundar el influyente movimiento de vanguardia M-Base y de ganarse el respeto unánime con su grupo Five Elements, nombre referido a los cinco elementos de la vida -tierra, aire, fuego, agua y vacío-, Coleman se presentaba en San Sebastián con su nueva banda Metrics. Hubo, naturalmente, mucho ritmo. Dos percusionistas, un batería, un bajista, un teclista y cuatro raperos planteaban por momentos desleal competencia a los dos vientos. El saxo tenor Ravi Coltrane parecía algo acobardado por la voracidad de sus compañeros pero Coleman, un soberbio instrumentista, sumaba su alto de buen grado a la sincopada orgía. Cualquier metrónomo poco curtido hubiera acabado con un ataque de nervios.

Mike Stern Trio / Steve Coleman' Metrics

Plaza de la Trinidad. San Sebastián. 25 de julio.

Los tempos subían y bajaban, como centellas por escaleras invisibles vistos y no vistos. Las frases cortas e incisivas del líder complementaban las figuras dibujadas por los tambores y replicaban las ideas de los raperos. La atmósfera resultante era callejera sin ambajes, y tanto más estimulante cuanto más asimétricamente se ordenaban los elementos rítmicos. Acabó todo el mundo bailando sin lamentar que el extraordinario talento instrumental de Coleman quedara parcialmente enterrado bajo el descomunal peso de su propio invento. Nadie se acordaba a la salida de que la sesión la había abierto el trío de Mike Stern, destacado representante de los guitarristas de rock especializados, lamentablemente, en crucificar temas clásicos del jazz. Suele esta clase de músico tomarse la estructura armónica y la melodía de la pieza a y título de inventario e improvisar, en beneficio de una supuesta libertad, con desesperante insustancialidad.

Era indiferente que la pobre víctima fuera Yesterdays, Straight no chaser o Jean Pierre. La primera mitad de solo se rellenaba invariablemente con desalmadas divagaciones y la segunda se dedicaba al apresurado reclutamiento de efectos de comprobada eficacia. El objetivo siempre era el mismo: alcanzar en un tiempo prudente el paroxismo. Con este cándido juego se entretuvieron Jeff Andrews (bajo) y el propio Stern. El tercer hombre, el batería Dave WeckI, ya se sabe, suele hacer su propio concierto y no le gusta jugar con nadie.

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