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La familia no gana siempre

"Yo lo tenía muy claro, lo tenía ya decidido desde 2º de BUP. Quise ser ingeniero de telecomunicaciones porque desde muy pequeño me gustaron los ordenadores". Doroteo Torre tiene 21 años, el próximo curso entrará en 2º de ingeniero de telecomunicaciones en la escuela superior de la Universidad Politécnica de Madrid. Huelga decir que es un alumno brillante si se recuerda que obtuvo el premio al mejor expediente académico en el tercer curso. Los padres nunca le dijeron lo que tenía que hacer.María Castelló, 19 años, eligió derecho por orientación de los resultados en la selectividad: "Yo quería hacer empresariales, pero no tuve la media suficiente para entrar, así es que me fui a derecho". Su padre, economista, le había formulado el deseo de tener una hija encaminada hacia las matemáticas y "desde pequeña, fui buena en matemáticas. Hoy no me arrepiento de estudiar derecho, me gusta". Durante los años de bachillerato le hicieron tests psicológicos "y siempre daban que mi inclinación era la economía''.

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Los padres españoles son los que deciden las carreras universitarias de sus hijos

La influencia de los padres no siempre lo invade todo. Javier Ortiz Cañavate, 21 años, es hijo de dos ingenieros agrónomos, profesores de universidad, y hermano pequeño de un ingeniero industrial y un técnico en topografía. Él decidió desviarse y ser piloto comercial. "Siempre me gustaron los aviones. Lo decidí completamente solo; no tengo a nadie en la familia que sea piloto". Pero a veces la vocación pasa factura: tras estudiar tres años, se topa con que la flota comercial no necesita pilotos de momento.

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