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Los queridos ilegales

16.000 españoles se han operado los ojos en el barco ruso atracado en Gibraltar

A los 16.000 españoles que han acudido este año al barco-clínica ruso Pedro I, atracado en Gibraltar, para curar sus problemas de visión poco les importa si está allí legal o ilegalmente. Como insiste José Antonio Arteaga, un fornido camionero vasco, les han tratado bien y rápido lo que en España les supuso un peregrinaje de años por consultas. Lo cierto es que ahora en Gibraltar, antes en Chipre, al buque le persigue la polémica, "la hostilidad", dice su tripulación sanitaria. Tras la denuncia de los oftalmólogos europeos sobre la falta de titulación para ejercer en la UE, se trasluce una fuerte crítica a sus métodos terapéuticos. Pero los pacientes acuden a borbotones de varios países europeos y norteafricanos. Desde fuera tiene aspecto de crucero de lujo. Y por dentro también. La recepción enmoquetada y el sillón circular de cuero blanco es un trasiego de pacientes, militares británicos que prefieren los tragos del barco a los impersonales bares gibraltareños y de marineros ucranios. Suena el teléfono. Lo atiende un recepcionista llanito, que después comenta: "Era un señor de Oviedo que dice que los periodistas mienten y que quiere venir a consulta a toda costa".

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Una escalera circular baja hasta una bodega muy especial. El buque (11.000 toneladas, 132 metros de eslora y 20 de altura), primitivamente un mercante para vehículos, y después, transporte de pasajeros, ha sido convertido en una clínica flotante con un gigantesco quirófano, consultas de diagnóstico y laboratorios.

Peregrinaje

José Antonio Arteaga se da un respiro en la cafetería. "Yo es que quiero hablar", anuncia. Es camionero de Vitoria. Tiene un ojo vendado y otro sanguinolento, no por el enfado que aparenta, sino por la doble operación que le acaban de practicar de hipermetropía y astigmatismo en ambos. "Éstos son unos monstruos, ¡hombre!", gesticula con su bíceps tatuado. "Yo he ido a cincuenta mil médicos españoles, pero no hacían más que sacarme los cuartos. ¡Se creen que son dioses! Que si gafas, que si lentillas, que si gotas. Y yo no sé", se va calentando el hombre, "si tirar las gafas o a los médicos a la basura". "Aquí han sido muy claros. Si merece la pena, te operan, y todo lo que pone en los papeles ha resultado verdad", insiste. Su mujer asiente. Dice que la clínica rusa ha ofrecido sus servicios, a la ONCE. "Que va, esos no vienen", apostilla José Antonio, "porque si lo hacen les curan y se les desmonta el chiringuito".El joven matrimonio Saldaña, de Valladolid, ríe la ocurrencia. Primero vino él, Graciano, a corregir, también mediante cirugía, su hipermetropía y astigmatismo, y ahora ha traído a su mujer, María Victoria. El argumento se repite. Habían ido a varias consultas en España y se decidieron a venir por la experiencia de una amiga. La publicidad está funcionando por el boca a boca.

Los más de 30 tratamientos quirúrgicos que se efectuan en la clínica ocular Floks, una sucursal flotante del Instituto de Microcirugía Ocular de Moscú, corren a cargo, de un equipo sanitario de 50 personas que se suele renovar cada seis meses. Ocho de ellos son cirujanos, y el resto, oftalmólogos, anestesistas y personal de enfermería. Según informan, su experiencia profesional está entre las 10.000 y las 20.000 operaciones. Cada día acuden unos 40 pacientes, entre españoles, italianos, británicos portugueses y del norte de África fundamentalmente. Y cada día se realizan 20 intervenciones quirúrgicas que duran entre 10 minutos y media hora a lo sumo.

El proceso comienza en una consulta primaria, de la que se deriva a los pacientes a una línea de diagnóstico donde se determina con exactitud su problema. Si es operable, se puede incluso hacer el mismo día, explica el director de la clínica, Igor Poliánov. "Al menos, un 30% de las 20.000 personas que han acudido en el año que lleva anclado el barco no han podido ser tratadas por las características de su proceso", afirma Poliánov.

Los especialistas rusos aseguran que hasta ahora no han recibido ninguna reclamación por tratamiento defectuoso o publicidad incumplida. Si esto hubiera pasado, sería un asunto complicado para los ciudadanos, según critican los oftalmólogos españoles, ya que el buque no está sometido a ninguna jurisdicción. El director de la clínica flotante insiste, no obstante, en la existencia de una póliza de seguros con la compañía británica Lloyds.

Por término medio se realiza al paciente entre 10 y 15 pruebas. Entre ellas, y de forma absolutamente obligatoria, la del sida y de la hepatitis B mediante unos test de diagnóstico rápido. Si los resultados son dudosos, no se les acepta. Así de tajante. Y el motivo que esgrimen es la seguridad quirúrgica de médicos y pacientes.

De los pacientes que acuden, unos han sido desahuciados en: España y otros quieren sortear las listas de espera de la Seguridad Social, o simplemente hacer su tratamiento más barato. Una operación de cataratas cuesta en el barco unas 200.000 pesetas, mientras en España, y en función del prestigio del médico, puede llegar a las 700.000 en la sanidad privada.

Deshauciados

"La inmensa mayoría de estos pacientes desahuciados tienen algún tipo de ayuda. Hay enfermedades que no se pueden curar, pero sí existen formas de detener algunos procesos considerados irreversibles en Europa", explica la doctora Svetlana Anissimova. Los rusos aplican una terapia para la retinosis pigmentaria, cuya utilidad rechazan los oftalmólogos españoles, quienes también consideran obsoleta -desterrada por el láser excimer- la queratotomía radial para la corrección de miopías. Esta técnica todavía se usa en España y fue precisamente su artífice, el profesor Fiodorov, quien vino invitado a España a enseñarla.De las críticas que reciben por parte de sus colegas españoles, los médicos rusos apenas quieren hacer comentarios. "Es normal. Ellos tienen sus pacientes y nosotros se los quitamos". Sobre su trabajo se muestran tranquilos. "Si hubiera habido un solo caso de mala práctica, ya se hubieran encargado en España de denunciarlo", argumentan.

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