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Esperando a Ferrara

A veces parece que los distribuidores españoles se ponen de acuerdo para hacértelo pasar mal. ¿Estás interesado en la obra reciente de determinado director?. ¿Te alegra la vida leer reportajes sobre sus películas en revistas extranjeras porque piensas que pronto podrás verlas en tu ciudad?. Pues ármate de paciencia, hermano, porque es muy probable que esas películas no se estrenen nunca en España o lo hagan cuando ya las has visto en algún desplazamiento a París o a Londres.Uno de los casos más flagrantes de desinterés distributivo de los últimos años lo ha protagonizado ese cineasta italoamericano, que siempre luce gafas de sol y barba de tres días, llamado Abel Ferrara. En los últimos dos años, Ferrara ha trabajado duro y ha rodado tres cintas que han contribuido a cimentar su fama de director de culto, Bad lieutenant, Snake eyes y The body Snatchers. Pero a nuestros distribuidores les ha dado la impresión de que nadie en España tenía el menor interés por verlas. Ahora, con un retraso de narices, nos hacen el favor de estrenar (en pleno verano) la primera de ellas. ¿Pero quien nos asegura que las otras dos merezcan el honor de acceder a nuestras salas algún día?. Ya sabemos que aquí el cinéfilo es una especie más maltratada que las focas, y ni siquiera existe una Brigitte Bardot que dé la cara por él, pero hay veces que el castigo alcanza cotas de ensañamiento.

El caso Ferarra tal vez se deba a que a nuestros distribuidores no les gustó El rey de Nueva York, la magistral pieza del amigo Abel que le arrancó definitivamente de su gueto de artista marginal. Si Ferrara no hubiera rodado esa contundente reflexión sobre el mal, uno comprendería que no le prestaran demasiada atención. A fin de cuentas, por mucho que insistan los creyentes ferrarianos, nuestro hombre no había sido hasta entonces más que un director que apuntaba talento pero que solía perderse en historias de bajo presupuesto que hacían aguas por todas partes. Ni China girl (homenaje cutre a Romeo y Julieta ambientado en las malas calles de Nueva York) ni El cazador de gatos (aburrida adaptación de una novela de Elmore Leonard) eran como para saltar de alegría. Antes de eso, Ferrara fabricó filmes como Driller killer o Ms. 45, que, lamentablemente, no he visto, aunque me consta que sirvieron para que sus devotos le perdonaran las dos maravillas recién citadas. Esos devotos se pasaban la vida ensalzando a su ídolo, pero uno se mostraba escéptico.

El escepticismo terminó con El rey de Nueva York, una película tremendamente violenta pero con un punto de seriedad y trascendencia que la hacía emocionante y, si me apuran, poética. Supongo que la recuerdan.

Cuenta la historia de Frank White, un criminal que ha pasado unos años a la sombra y que cuando sale se propone volver a ser el amo del horror. En su ausencia, otros capos se han hecho con el poder, y Frank tendrá que reestablecer lo que él considera el orden natural de las cosas. A tiros, claro. Pero su plan acabará volviéndose en su contra. Muerto tras muerto, Frank se acabará dando cuenta de que su carrera (como la de los empresarios, los especuladores y cualquier colectivo que sólo viva para ganar dinero) no tiene ninguna lógica. No me negarán- que plantearse el sentido de la existencia a través de las andanzas de un rey del crimen (Christopher Walken con uno de sus habituales peinados absurdos) tiene su mérito. La secuencia final es una de las mejores filmaciones de la soledad que uno haya visto nunca: en el interior de un taxi, herido de muerte, atrapado en un atasco en Times Square, Frank ve acercarse a los policías que le van a detener; pero no les va a dar el gustazo de que lo acribillen: un primer plano de su pistola cayendo al suelo del coche nos explica que Frank ha muerto como siempre ha vivido: solo.

Bad lieutenant (la historia de un policía corrupto y drogadicto que atisba la redención cuando puede vengar la violación de una monja), continúa la tendencia al moralismo contemporáneo que tan bien cultiva Paul Schrader (Light sleeper, otra película que no se estrena jamás). Para cambiar de tercio, Ferrara rueda Snake eyes (cine dentro del cine con Madonna y Harvey Keitel). Luego, tampoco le hace ascos a un nuevo remake del clásico de Don Siegel La invasión de los ladrones de cuerpos. Y ahora parece que prepara un filme sobre John Holmes, el actor pomo que reventó de mala manera.

El hombre de las gafas de sol y la barba de tres días, como ven, no para de trabajar. Pero para nuestros distribuidores, como si le operan.

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