La sal de la tierra
Cómo se las arregló el joven cineasta colombiano Sergio Cabrera -derrochando argucias para sacar dinero debajo de los adoquines de Bogotá a lo' largo de los cuatro años de un rodaje lleno de sobresaltos e interrupciones- para hacer esta humilde y emocionante película, libre y generosa donde las haya, es materia para otra película que tiene mucho que ver con el canto a la imaginación sublevada que mueve esta conmovedora estrategia de conservación de su dignidad por un puñado de parias expoliados.Es una obra que con total simplicidad nos mete hasta el cuello en un asunto tan complejo como la gallardía de la vieja y correosa estirpe de quienes fueron hace dos milenios bautizados como la sal de la tierra: la carne de acera, los sin ley, los errantes, los expulsados, los desheredados que logran convertir en un refina do arte de vivir la miseria de la supervivencia y a quienes su in genio 1 les da capacidad para transformar el mundo y burlar con la imaginación lo legislado por quienes tienen el encargo de estrangular la imaginación con las sogas de sus códigos.
La estrategia del caracol
Dirección: Sergio Cabrera. Guión: Humberto Dorado, Ramón Jimeno, Sergio Cabrera. Fotografía: Carlos Congote. Música: Germán Arrieta. Colombia, 1993. Intérpretes: Frank Ramírez, Fausto Cabrera, Florina. Lemaitre, Humberto Dorado,Delfina Guido, Víctor Mallarino, Salvatore Basile, Luis Fernando Múnera, Carlos Vives, Vicky Hemández, Ernesto Malbran, Gustavo Angarita, Sain Castro, Edgardo Román, Jairo Camargo. Estreno en Madrid: Ideal y Alphaville.
La película, hecha a trompicones, con cuatro cuartos y toneladas de talento solidario -es una genuina creación colectiva, consecuencia de una conjunción irrepetible de ganas y de talentos solidarios- deja ver en su secuencia las huellas de la escasez de medios y las imprecisiones fatalmente derivadas de la discontinuidad de la elaboración.
Pero nada importan unas faltas de ortografía en un relato que nos hace vivir con plenitud un primoroso trenzado de personajes extraordinariamente vivos y reconocibles como gente de cualquier latitud del planeta, gente tan de todos que da universalidad a un relato que no obstante es inimaginable fuera de las calles de la vieja Bogotá, convertida así en metáfora del mundo.
Hay en La estrategia del caracol herencias que no se perciben como herencias, sino como recursos de estilo recién creados en ella. Hay huellas de la obra mexicana de Luis Buñuel, del humor de Valle Inclán y de la idea de tragedia optimista de Bertolt Brecht.
Pero esas referencias culturales están tan diluidas en la espontaneidad del mundo representado en La estrategia, que su veintena de personajes oficiantes -todos: desde el relator charlatán al tramoyista libertario; desde el muchacho homosexual al picapleitos callejero- las reinventan.
Esperanza
Esta pequeña película es parte de una gran esperanza: mientras es silenciado en las oficinas de los mercados internacionales de películas, el cine latinoamericano da vigorosos síntomas de vida. La estrategia del caracol es un paso más del goteo de hermosas películas libres que comienzan a llegarnos de México, Cuba, Argentina, Perú, Chile, y que proceden del esfuerzo, desesperado pero esperanzador, para que siga vivo el cine en nuestro idioma.Desde la música del castellano de Bogotá hasta las resonancias del éxodo español -por ejemplo, la bellísima y casi surreal escena de la evocación del otoño de España- hay algo de aquí que se mueve allí.
Los entrelineados de imágenes y comportamientos, los mecanismos de la mutación colectiva que la película captura, todo eso y más nos concierne de lleno, es nuestro. De ahí la capacidad revulsiva que La estrategia del caracol tiene vista con humildad en España: hay aquí mucho que aprender de su capacidad para decir algo nuevo, cuando todo parece dicho.
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