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Los Rolling Stones vuelven al 'viejo estilo'

El veterano grupo británico recupera la esencia de sus raíces antes de su gira mundial

Diego A. Manrique

Voodoo lounge, el primer disco original de los Rolling Stones tras firmar contrato con la compañía Virgin, sale a la venta el día 11 de julio. Tres semanas más tarde, el grupo británico inicia en Washington, DC, una nueva gira mundial que previsiblemente les traerá a Europa en 1995. Disco y gira parecen confirmar la voluntad stoniana de recuperar la esencia sonora del grupo. Los stonólogos, expertos en descifrar los enigmas del grupo vivo más legendario del rock, ya habían adelantado que su primera entrega en Virgin sería un disco con peso específico: los Stones, por un mínimo de gratitud profesional, suelen celebrar su debú con una compañía echando un poco más de carne en el asador.

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Voodoo lounge muestra ganas de complacer: son 15 canciones, grabadas en un tiempo récord -considerando los métodos perezosos del grupo- al viejo estilo, todos tocando juntos y con un entusiasmo superior al exigible a superestrellas que han superado los 50 años y que no se llevan excesivamente bien. Buena parte de esta actitud positiva está generada por la presencia de Don Was como coproductor. El músico de Detroit hace gala de audacia conceptual, pero cree en valores tradicionalistas: la búsqueda del clima productivo en el estudio, la vuelta a tomar contacto con las raíces, la expresividad por encima de la pulcritud sonora.Voodoo lounge (Salón vudú) se empezó a grabar en Barbados, pero el ambiente caribeño no era el apropiado para un disco de callejones oscuros y sentimientos límite. Las sesiones en los estudios de U2 en Dublín fueron más rentables: se registraron más de 16 piezas, 15 de las cuales constituyen Voodoolounge.

Reducidos a cuarteto, Mick Jagger, Keith Richards, Charlie Watts y Ron Wood cantan y tocan hasta instrumentos desacostumbrados en ellos. Les respaldan el bajista Daryl Jones, los teclistas Benmont Tench y Chuck Leavell, los vocalistas Ivan Neville y Bernard Fowler, el percusionista Lenny Castro y algunos invitados ocasionales: el soulman Bobby Wornack, el trompetista Mark Isham, el trío de Flaco Jiménez, etcétera.

Todos ellos han elaborado un disco que tiene la virtud de incluir los palos que mejor dominan los Stones: rock sucio que rebosa lujuria, baladas de corazón roto country elegante y blues del arroyo. Incluso el tema New faces recupera la faceta de pop isabelino que parecían haber desechado a mediados de los años sesenta.

Se podría afirmar que los Stones han buscado deliberadamente reclamar su mito de grupo peligroso: una ilustración titulada El salón de Juegos de Satán encaja a con la nueva versión sadomasoquista de la famosa lengua, ahora erizada de pinchos. Por su parte, Jagger oscila entre la pose de víctima indefensa de la fascinación femenina y su habitual petulancia de amante hipersexual; tampoco se corta en usar esas palabras de cuatro letras que garantizan a Voodoo lounge la pegatina reservada a los discos con letras explícitas.

También aparece en Blinded by rainbows una visión apocalíptica del momento presente, al estilo Gimme shelter, pero con referencias a Jesucristo. Por su parte, Keith Richards se retrata como "el peor tipo de tío" en The worst y maltrata su tenue voz en un intento de hacer creíble Thru and thru, que recrea el espíritu lóbrego de Exile on Main Street.

Los discos de los Rolling Stones siempre se han distinguido por la polarización entre el purismo de Keith Richards y la impaciencia veleidosa de Mick Jagger. Aquí, el cantante parece haber aceptado la dirección de su guitarrista, y aunque con escasa imaginación en textos o arreglos, Voodoo lounge no desmerece al lado de los elepés más sólidos de los años setenta y ochenta que Virgin acaba de publicar en CD con portadas que respetan las originales.

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