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Todos los poemas tienen aire y luz"

Guillermo Altares

Derek Walcott (Castries, capital de Santa Lucía, 1930) ha viajado a España para ser in vestido doctor honoris causa por la Universidad de Alcalá de Henares, en un acto que se celebrará el próximo viernes. Casi toda su obra permenece inédita en castellano, salvo dos antologías. Cuando recibió el Nobel era un autor casi desconocido en nuestro país. Aunque, a partir de la próxima semana, se cubrirá uno de los huecos funda mentales con la publicación en Anagrama de Omeros, un impresionante poema de. casi 300 páginas en su edición original.Walcott es un hombre afable y divertido, al que le cuesta mucho mantener un tono grave durante las entrevistas. Difícilmente puede disimular uno de los principales rasgos de carácter: que es una máquina de hacer bromas, que tarda poco en soltarse la melena. En Madrid ha tenido tiempo de ir a los toros, a visitar la Feria del Libro y el Museo del Prado.

Pregunta. En su obra hay una defensa del Caribe como crisol de razas, de culturas.

Respuesta. Los que vinieron al Caribe lo dejaron todo atrás. Los africanos venían de la esclavitud, algunos blancos eran convictos cromwelianos. Todos venían de otro mundo, con un largo viaje a sus espaldas, para empezar de nuevo en otro lugar y tenían que vivir juntos. Su historia empieza con la desposesión, no con la posesión.

P. ¿No cree que en Europa o Estados Unidos si puede aprender mucho de esa experiencia de convivencia?

R. Obviamente, la situación en América no es así, porque sigue existiendo la opresión racial. En el Caribe es diferente, creo que a causa del tamaño del lugar, que es como estar en un barco, donde hay que compartir lo que hay. Es muy normal en el Caribe, sobre todo en Trinidad, que los africanos, los indios, los sirios, los chinos, los blancos vivan en la misma calle. No hay hostilidad entre las diferentes razas.

P. En sus poemas, la lengua inglesa es sometida a unas enormes tensiones, está cargada de palabras que proceden de otros idiomas o que cobran un sentido nuevo.

R. Lo que es muy dificil de encontrar, cuando eres un poeta joven, es la melodía de tu propia voz. Hay que encontrar una voz que tenga la misma melodía, los mismos matices, que el lugar del que procedes. En el Caribe, la lengua es una combinación de español, francés, portugués. Todo el Caribe es un fermento de idiomas, lo que representa una riqueza enorme para un escritor.

P. En uno de sus poemas titulado Colonial francés, Vers de société, se muestra muy crítico con la cultura francesa.R. Hablo desde una antigua colonia, y si se ve la actitud de algunos imperios con sus colonias, pienso que los franceses han sido especialmente destructivos. La tenacidad con la que se agarraron a Indochina, a Argelia, es muy particular, porque hay algo de ego en su cultura. "Lo que les estamos enseñando es muy bueno para ustedes", parecen decir. Al final creo que todas las guerras son un problema de cultura, no de economía.

P. En varios poemas dice que nunca ha estado en París. ¿Alguna vez irá a París?

R. Para mí, ir a Europa es viajar en la historia. La hostilidad que ' uno tiene en términos históricos se va cuando conoces a la gente. Para un escritor colonial es muy duro examinar esto, es una experiencia desalentadora No puedes acusar a una abstracción: a los franceses, a los españoles. Pero, por otro lado, las consecuencias del imperio, de la explotación, las ves cada día. Hay que alejarse de uno mismo para examinar ciertos aspectos de lo que llamamos historia.

P. En sus obras se encuentran muchas referencias a César Vallejo, a Conrad, a Joyce. Son escritores que sometieron a su lengua a cambios profundos.

R. A Vallejo lo he leído mucho, aunque en traducciones. Pero creo que algunos poetas son tan fuertes que sobreviven a las traducciones. Por otro lado, no puedo decir que esté cambiando mi lengua. Mi caso no es diferente del de cualquier irlandés que escribe en inglés, como Joyce o Yeats. El inglés no es su idioma, pero lo último que puedes llamarlos es ingleses. El hecho de que escribas en una lengua no significa que te conviertas en un sujeto de ésta. Y eso es verdad para todos los escritores de América Latina, para toda la experiencia caribeña. Escribimos en la lengua del imperio, pero hay otras realidades subterráneas en el lenguaje, hay ritmo. Auque eso también es un peligro. Si le pones demasiado reagge puedes acabar harto. La experiencia poética consiste en luchar por encontrar toda la riqueza de una lengua.

P. "Al final de esta frase empezará a llover". Este verso, que pertenece a su poema Archipiélagos, parece indicar una relación casi mágica entre el lenguaje, la creación poética y la naturaleza.

R. El verso es una adaptación de Pasternak, que escribió: "Sí el lector continúa con esta frase, empezará una tormenta de nieve". La deuda está ahí, pero no es un robo. Para mí esta frase contiene la geografía del Caribe. Creo que escribir poesía tiene mucho que ver con la luz, con la luz natural. Todos los poemas tienen aire y luz. Si estás en el Caribe y ves una ola, su color, su forma, su simplicidad, es más emocionante que escribir. Si consigues esto al hacer un poema, si al leerlo sientes algo parecido a esta emoción, estás pagando un triunfo a la luz, a la luz natural, pero también a una luz que está detrás de las cosas.

P. Omeros es una obra atípica en la literatura contemporánea. Escribir un poema épico, de casi 300 páginas, no es algo muy habitual en estos tiempos.

R. No es un libro épico, creo que los pescadores en el Caribe son héroes porque luchan contra las tormentas, contra el mar. No es un libro ambicioso, no quise hacer una obra tan larga, pero empezó a crecer. La épica tiene que ver con el patriotismo", con un destino religioso, con lo militar... Yo sólo quería expresar una Inmensa gratitud hacia la gente del lugar de donde vengo. Sé que muchos de ellos no pueden leer este tributo; pero es para ellos. Su título no es un homenaje a Homero, sería estúpido intentar reescribir a Homero. Es un libro sobre los nombres. La experiencia humana es intentar olvidar. Se nos da un nombre que no es nuestro, pero tienes que vivir con él. El nombre de una isla, de un país, tu propio nombre, tienes que aceptarlo. Ésa es la experiencia del Caribe. Para los que llegaron de África todos los nombres cambiaron. ¿Es una rendición aceptar el nuevo nombre? No, pero hay que saber lo que era antes y lo que es ahora.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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