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Donde Franco perdió el coto

La primavera le sienta bien al Parque Natural de Cazorla, Segura y Las Villas, el más grande de España. En el área de reserva de Navahonda- Guadahornillos, a 1.619 metros de altitud, el aire es límpido por encima de los abismos, y a través de los prismáticos pueden observarse los nidos de depredadores, señalados en la roca por la huella calcárea de sus excrementos. Esta zona es la más rica e importante en cuanto a especies y diversidad, y en donde las relaciones ecológicas resultan más interesantes. Forma parte del territorio de mayor protección. En otros sectores se pueden realizar explotaciones ganaderas, madereras y turísticas, apícola y de líquenes de los árboles, y luego está el coto nacional de caza -ciervo, gamo, muflón, jabalí- y la pesca, con predominio de trucha, carpa, barboy boga. Pero aquí hay que respetar el medio y conservar la deslumbrante variedad con que se manifiesta.Por tratarse de una región de paso, situada en el sur de un continente y al norte de otro, Andalucía ofrece una gran biodiversidad; la escasa industrialización es, en este sentido, una ventaja: los recursos naturales han sufrido menos el embate del desarrollo, y eso ha facilitado el mantenimiento de sistemas de aprovechamiento no agresivos. Se dice pronto, pero nada menos que el 17% de la tierra del territorio andaluz está protegido.

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La Agencia de Medio Ambiente (AMA) se constituyó en Andalucía antes que en ningún otro lugar de España, con la novedad, que sigue ostentando, de reunir en un solo organismo todas las competencias que tradicionalmente estaban dispersas: de forestales a vertidos al mar. Esta misma ambición, que ha llevado a proteger más de un millón de hectáreas -por otra parte, al estar la AMA adscrita directamente a la presidencia de la Junta, en teoría la filosofía conservacionista impregna ba todas las políticas-, es uno de los principales inconvenientes, por la falta de recursos humanos y medios técnicos suficientes.

A la sierra de Cazorla -que durante siglos permaneció aislada por la dificultad de acceder a su bronca orografía puede aplicársele la frase del biólogo Miguel Delibes, quien dice que "la historia de los bosques de España es la historia de la explotación de la madera".

En los dos últimos siglos, en el Parque -desde que en 1748 se constituyó en provincia marítima y quedó sujeto a los intereses navales-, la acción destructiva de la tala y la repoblación de pino consiguiente han traído cambios en su vegetación, pero el predominio de pinares sólo es una trampa para el profano: unas 2.000 especies vegetales, algunas endémicas -alambres para evitar que la destrucción se acerque rodean delicados ejemplares de la preciosa violeta de Cazorla-, crecen debajo de lo que ven los ojos: el arro, que es una va riedad de espino autóctona, la rosa silvestre o escaramujo. Renfe, por su parte, estuvo talando pinos para traviesas desde el principio: sólo a mitad de la década de los ochenta dejó de funcionar la serrería, que ahora queda como una reliquia en el Vadillo.

Además de la reserva integral, que es la parte de mayor protección, están las zonas intensiva y extensiva, donde se pueden hacer explotaciones ganaderas, madereras y turísticas. La Agencia de Medio Ambiente dirige el plan anual que rige la tala de maderas; una especie de cooperativa organiza las ganaderías, con la asignación del número de hectáreas y de cabezas que pueden pastar en cada terreno. Para los habitantes de los 23 municipios que figuran en las lindes del Parque, así como para la gente que vive dentro, el inmenso territorio es, a la vez, amigo y enemigo. Su conservación a ultranza limita las ansias de desarrollo de los vecinos, como ocurre también en el coto de Doñana.

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Hay tres millones de personas viviendo en ese 17% protegido de la región, y eso por fuerza, tiene que chocar con las necesidades conservacionistas. Las legítimas aspiraciones de desarrollo socioeconómico de quienes viven en zonas muy deprimidas y colindantes. Cazorla es una comarca de montaña, con zonas que todavía se quedan aisladas en invierno. El fantasma de la conservación mal entendida se ha vivido aquí, primero con Franco, que se reservaba el coto para ir de cacería, y luego con el Icona, cuyos ingenieros sustituían al terrateniente en la imaginería de los lugareños: el señor ingeniero tenía, prácticamente, derecho de pernada. Todavía quedan en el Parque recuerdos de aquel tiempo. Domingo, que tiene 62 años, fue arriero del general, es decir, que le arrastraba las piezas que el dueño de España mataba por aquí. Aún fascinado por lo que rememora como "buenas propinas", Domingo reconoce que, si no se las ponían como a Fernando VII, por lo menos se le facilitaban las víctimas, con el establecimiento de comederos para las hembras en celo: cuando llegaba el macho, nada más fácil que meterle una bala certera, desde lo alto de la torreta.

Ahora, Domingo anda preocupado por la epidemia de sarna que primero atacó a los machos monteses -hay veda para cazarlos- y que ahora afecta a ciervos y gamos, y propone remedios antiguos, que él mismo practica, como dejar puñados de sal en el monte para que los animales la laman. También la miera, dice, que se saca del enebro, tiene propiedades curativas, pero ya casi no queda.

Domingo pasta unas cuantas cabras y se queja de que no puede tener más ni se le permite construir un aprisco para impedir que los animales salvajes se coman los cultivos. Todo está controlado: la vieja queja de muchos vecinos. "Mis hijos, que son jóvenes, se sacan algún jornal con la hostelería, y también con la aceituna, cuando es época".

Todos tienen derecho a vivir bien", dice Miguel Delibes, "a vivir como la gente que ven en la tele, el problema es por el deseo del enriquecimiento compulsivo, que crea dificultades en los alrededores de un área protegida".

"Aquí la gente vive bastante bien", dicen los agentes del Medio Ambiente que cuidan del Parque Nacional de Cazorla. "Sobre todo por el turismo, pero éste también puede acabar resultando contraproducente, si se abusa de él. Con todo, la peor amenaza viene de los cazadores, que forman un grupo de presión importante: un millón de practicantes de la caza mueve mucho dinero. Dispararle sin riesgo a un infeliz gamo utilizando un arma de precisión no parece precisamente el colmo de la elegancia, pero a los cazadores les vuelve locos la hazaña de colgar en la pared un astado, lo más grande, mejor.

"Ciento noventa y cuatro kilos pesaba la última pieza que se cobró Franco" recuerda Domingo. "Y eso que casi no podía, le temblaba muchísimo la mano".

Desde que, en el 84, se realizaron las transferencias a la Junta de Andalucía y se estableció la AMA, la concepción del ecologismo en la región ha ido evolucionando, y a municipios de los noventa, el descubrimiento de que aquí también se sufren problemas ambientales que no tienen que ver con el medio natural, sino que son de origen industrial o urbano, ha ido inclinando la balanza hacia este lado. La escasez de medios, con todo, es el tema principal, hasta el punto de que la propia Administración está planteándose privatizar las áreas para poder distribuir los recursos.

El temor es que, de ganar las elecciones la derecha, la privatización e convierta en una actividad salvaje que haga retroceder lo que hasta ahora se ha conseguido

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