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Entrevista:

"Tenemos que reconciliarnos con la muerte"

Javier Marías (Madrid, 1951) es uno de los triunfadores de esta feria del libro. Su última novela, Mañana en la batalla piensa en mí (Anagrama), va por la tercera edición con 35.000 ejemplares en mes y medio.

Pregunta. Para algunos, su última novela ha supuesto un salto al realismo narrativo.

Respuesta. En ninguna de mis novelas ha habido realismo. Ni en esta ni en las anteriores. Sí hay detalle. No minuciosidad, sino aislamiento de detalles resaltados. Lo tienen todas las novelas. Me gusta recordar aquello que decía Nabokov: en el arte elevado y en la ciencia pura, el detalle lo es todo. Estoy muy de acuerdo con esto porque lo que permanece, tras la lectura de una novela, aparte de una atmósfera, son los detalles. En las novelas negras de Hammett, te olvidas de sus tramas y te quedan sus fogonazos. En mis escritos están esos detalles que pueden parecer una mirada hiperrealista, pero la totalidad del texto no está tratada así.

P. Citaba usted precisamente a Nabokov, un escritor del que a veces se ha dicho que tiene usted gran influencia.

R. Todo escritor tiene influencias. Estas varían según uno avanza en la escritura. Cabrera dice que a cualquiera de nosotros nos influye más lo leído en otros y lo visto en el cine que lo vivido por su cuenta. Si las influencias se controlan, es bueno tenerlas. Hay que saber convertir las influencias en homenajes y se que las tengo de Nabokov, de James, de Faulkner, de Conrad o de Proust, a quien he leído poco y en Francia o en Alemania los críticos han señalado que en mí hay rastros de esos autores. La posible originalidad de un escritor depende de la combinación que sepa hacer de sus lecturas.

P. ¿Su obra es más producto de la observación cotidiana, de sus lecturas o de la pura imaginación?

R. En mi hay una mezcla de todo. A veces utilizo cosas que he observado y no me doy cuenta de ello hasta que están escritas. En Todas las almas elementos que coinciden con la propia experiencia, aunque siempre hay un filtro literario que nivela e iguala lo inventado y experimentado. Siempre hay una mezcla de invención, experiencia, imaginación, etc.

P. ¿No tiene pudor en contar cosas que le han pasado?

R. No suelo contar cosas que me hayan ocurrido personalmente. Sí uso datos sueltos que coincidan. Por ejemplo hay elementos de detalle que utilizo, pero los distribuyo entre varios personajes: En Corazón tan blanco hay un personaje zurdo como yo, otro tiene mucho vello en el pecho como yo, otro escribe con plumilla negra, que es otra manía mía.

P. La novela arranca con la muerte de una mujer en un encuentro amoroso con un hombre al que acaba de conocer...

R. Una historia así surge no porque yo haya vivido algo tan fuerte, pero sí, hace mucho tiempo, cuando era mucho más joven y frívolo, viví alguna situación en la que sufrí sobre mí la mirada de un niño como en la novela, sintiendo que yo era el malo en esa casa. Esa es una situación terrible porque no estamos preparados para ser el personaje malo de nada. Aunque los niños no sepan lo que son las cosas, se enteran y te ven como alguien que está allí como un peligro. Alguna vez me fui sin más porque me parecía horrible verme a mí mismo en el papel del malo.

P. La novela trata la muerte, el olvido de los muertos...

R. Y desde mi punto de vista, de la reconciliación con la muerte, algo que no suena muy apetecible porque la gente pueda decir ¡qué horror!. No queremos hablar de la muerte, pero hay que reconciliarse con ella. Se intenta hablar poco de la muerte y veneramos poco a los muertos porque acaban siendo un recordatorio de la propia muerte. Es algo tapado siempre. En el libro se refleja esa reconciliación y se dice, "un momento, lo mismo eso no es tan malo." Hay una adivinanza que el narrador ve en el cementerio y que es la muerte quien habla: "Cuantos hablan de mí no me conocen y al hablar me calumnian; los que me conocen callan, y al callar no me defienden; así, todos me maldicen hasta que me encuentran, más al encontrarme descansan, y a mi me salvan, aunque yo nunca descanso".

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