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Entrevista:

"Mi obra no se ha entendido en España"

Pregunta ¿Sigue trabajando al mismo ritmo de siempre o nota ya los 96 años?Respuesta. Estaba escribiendo un libro, pero he tenido que interrumpirlo por razones técnicas. Me había metido en camisa de once varas y fue una interrupción natural. Pero lo malo es que he tenido un derrame en el ojo derecho (el izquierdo lo tenía perdido hace tiempo) y ya no veo nada. Y ahora me toca tener paciencia. Mi hijo y mis amigos me dicen que me acostumbre a dictar, que así trabaja mucha gente, pero antes tengo que hacerme a la idea.

P. Pero usted se habituará, porque es una gran luchadora.

R. Sí. Eso sí. Pero este problema me tiene sin poder pensar en otra cosa. El libro en el que trabajaba, y del que se ha hablado bastante, se llama Pozo artesiano. Constababa una realidad ocurrida en un pueblo de Valladolid y eso se ha transformado en ese deseo de sacar el máximo de lo profundo del ser humano. El tomar un camino abstruso me interrumpió el desarrollo. Pero el ojo me ha paralizado y tengo que saber si voy a tener la paciencia de soportar esta situación física. Sé que un arreglo total de mi vista es imposible, pero espero algo. Y si no es así, tendré que ver. si puedo tolerar ese otro sistema de funcionamiento que es el dictar a alguien lo que yo misma tendría que escribir. No puedo leer ni nada de nada. Sufro un momento de total inutilidad, yo que siempre he tenido una salud fantástica.

P. Al margen de ese problema con el ojo, ¿cómo transcurre su vida?, ¿con quién se relaciona?

R. Vivo con mis hijos. Mi único placer o pecadillo es ir a los pueblos a comer cordero, a recorrer Castilla. Mi hijo tiene pasión por la sierra y se va a esquiar. Con escritores de mi generación no me relaciono, porque se han muerto. Sólo quedamos Rafael Alberti y yo, y con él sí, con él a veces hablo.

P. ¿Qué siente cuando dice que, junto con Alberti, es la última superviviente de una generación tan importante como la del 27% ¿no pesa mucho el haber contemplado un siglo de historia y haber sido una de sus máximas protagonistas literarias?

R. Soy muy realista y sé que tenemos que morirnos. De los' grandes de mi grupo han muerto Zubiri, Dámaso Alonso y Aleixandre. Conservo completo el recuerdo de todo, sobre todo de mi familia, de mis primeros años. Ellos y yo éramos tres. Nunca me trataron como a una niña, yo era una más con ellos, por eso he dicho a veces que nunca fui niña y no lo he dicho con pesar, todo lo contrario. Mi madre era una mujer divertidísima. La recuerdo siempre ingeniosa, bailando sevillanas y cosas así.

P. Y también ha dicho que durante el único mes que usted fue al colegio pudo comprobar que no le gustaban nada las niñas.

R. Sí, sólo fui un mes al colegio y no me gustó nada. Las niñas me resultaban tontísimas. No sé que pensarían ellas de mí, ¿verdad?, pero ellas a mí me parecían insustanciales. En casa lo entendieron y, como mi madre era maestra. decidimos que ella me enseñaría todo lo que yo necesitaba saber. De forma que yo ni colegio, ni universidad, ni nada. He aprendido porque soy muy esponja y siempre intenté tratar sólo con personas inteligentes. He dicho también muchas veces que mis padres me legaron algo de valor incalculable: el buen castellano que se hablaba en casa y que es con el que yo he escrito.

P. Usted y su marido, el pintor Timoteo Pérez Rubio, fueron testigos de un siglo intenso en todos los sentidos. ¿Cúal es su recuerdo más duro?

R. La guerra civil, sin duda. Mi hijo había nacido en 1930 y de ninguna manera quise que él viviera la guerra y lo que vendría después. Me negué a afrontarlo, auque mi marido sí quiso enfrentarse de una manera decidida, sin coger el fusil. Yo tengo que confesar que me escapé con el niño a París. Él hizo un trabajo muy importante en defensa del patrimonio artístico, sobre todo en el Museo del Prado.

P. Después de la guerra se fueron a América: Brasil, Argentina.

R. En Argentina tenía yo grandes amigos: Borges, Victoria Ocampo, etcétera. Todos los grandes escritores eran amigos nuestros. Y tengo que decir una cosa que siempre cae mal: para mí, el exilio no fue atroz, no fue. duro. Tuvimos las dificultades materiales que he tenido toda mi vida, pero como eso no me importa, pues debo decir que a mí me fue muy bien, aunque quede en mal lugar.

P. Eso lo dijo a su vuelta y no sentó bien.

R. A la vuelta del exilio no se nos hizo caso. Julián Marías fue la única excepción, que. nos trató con un gran cariño. Decían que mi obra es poco española, y es verdad, nada militante, y en esos anos era un pecado mortal.

P. ¿Su obra se ha entendido bien en España?

R. Nada, nada. Por ejemplo, con Teresa,. que me la encargó Ortega para la Revista de Occidente, para la serie aquella de Vidas extraordinarias. Hice Teresa Mancha, y cuando la terminé, bastantes años después, porque yo soy muy lenta, aquí se criticó muchísimo. Teresa es un lamento del romanticismo, y aquí ese movimiento no existió, entonces tuve que oír comentarios miserables de bocas ignorantes.

P. En general ha tenido usted unas relaciones tensas con sus compañeros de profesión.

R. He sido siempre una mujer muy crítica y nunca me he callado. Por ejemplo, me molestó mucho cuando Francisco Ayala criticó la prosa de los novelistas del 27, y concretamente a los que hacíamos lo que se llamaba nueva literatura. En realidad se estaba metiendo conmigo, porque era yo la única que había hecho nueva literatura cuando estaba en Roma, en 1924. Me opuse ferozmente a esa crítica de Ayala porque era una forma de juventud posible, una manera de salir de naturalismos trillados. Y a él le sentó muy mal, pero no me importaba nada que se molestara.

P. No era usted precisamente una señora convencional.

R. Jamás. Aunque nunca he defendido a las mujeres por ser mujeres, y no he hecho más que criticarlas una y otra vez. Creo que el gran salto nuestro se produjo en el momento en que pudimos decidir sobre nuestra maternidad. Conseguía que se me respetara porque siempre hablaba en nombre de la extrema verdad, y en cuanto pueda retomar la actividad pienso escribir una cosa dedicada a las mujeres que va a ser una sorpresa y no pienso adelantar nada. Sólo avanzo una cosa. Se titulará Cuidado con la libertad.

P. Suena conservador.

R. No lo será. Pero no insista, que no diré nada más.

P. Con el paso de los años, ¿se le ha pasado el enfado con los académicos que impidieron su entrada en la Academia?

R. No tengo ningún interés. Me hizo ilusión entonces, pero todo el mundo sabe que yo no entré porque era el momento del Nobel de Vicente Aleixandre y él impuso a su candidata: Carmen Conde. De forma que yo me quedé fuera.

P. ¿Tampoco tiene interés por el Premio Cervantes?

R. El Cervantes si me hubiera gustado, y es absurdo que no lo tenga, porque no todos los premidos son superiores a mí. En absoluto. Hay un olvido sistemático porque no soy una persona simpática. Y no me lo darán porque no voy a cambiar.

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