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Tribuna:LA EUROPA DEL FUTURO
Tribuna
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El muro se desplomó a ambos lados

MILAN KUCANLa vida de la Europa moderna está marcada por realidades nuevas. Ya no existe una Europa dividida entre el Este y el Oeste subordinada al equilibrio del miedo. Y sin embargo, persiste una diferencia real entre su parte occidental económicarnente desarrollada y un Este más pobre.

Los nuevos tiempos que vive Europa plantean muchas preguntas aún sin respuesta. Eslovenia es testigo de ello en su camino hacia la integración europea. En todo caso tiene la convicción de que la búsqueda de respuestas es un problema común, ya que común es el futuro de todos. El mundo en el que nos vemos obligados a reflexionar sobre el futuro europeo está condicionado por dos procesos: la globalización y la individualización. Hasta hace poco, nuestro planeta estaba dividido en varios mundos y civilizaciones autosuficientes. Hoy sin embargo, se reafirma la conciencia de un mundo común e interdependiente y, por tanto, de responsabilidad' común. Se están abriendo al mundo civilizaciones, pueblos, Estados, economías e incluso religiones. hasta ahora encerradas en su autarquía.Paralelamente al desmoronamiento de estos sistemas cerrados, aparecen nuevas pequeñas entidades: nacionales étnicas, religiosas y espirituales, económicas, culturales y lingüísticas, todas con su propia identidad. No porque crean que pueden ser autosuficientes, sino porque se sienten capaces de organizarse, disfrutando de su potencial intelectual y de su conocimiento , y participando en el desarrollo propio y común. Todo ello es su aportación a la coexistencia pacífica y ordenada de la comunidad humana.

Europa es un núcleo de estos procesos. Tanto la globalización como la individualización son el resultado de la realidad histórica y de los acontecimientos que ha marcado nuestro continente en este siglo: las dos guerras mundiales, la guerra fría y la caída del muro de Berlín. La Unión Europea es expresión de estos procesos. Los nuevos Estados surgidos en los territorios de las antiguas Yugoslavia, Unión Soviética y Checoslovaquia representan un fenómeno natural y legítimo, no sólo para sus propios pueblos, que ejercen el derecho a la autodeterminación, sino también a la luz de la historia.

La vida de la Europa moderna está marcada por realidades nuevas, nuevas relaciones, nuevos Estados, entre los cuales también se encuentra el mío, la República de Eslovenia. Ya no existe una Europa dividida entre el Este y el Oeste políticos, una Europa donde la vida estaba subordinada a la lógica del equilibrio armado y del miedo. Y sin embargo, sigue persistiendo una diferencia real entre su parte occidental económicamente desarrollada y un Este de hecho más pobre. No hay duda alguna de que esta división se hace cada vez más importante. La línea divisoria corre exactamente por donde antes discurrían las divisiones ideológico-políticas.

La desigualdad en el desarrollo económico y tecnológico, el desarrollo de las instituciones democráticas, la concienciación ecológica y, sobre todo, las tensiones sociales, nos sugieren que el destino de toda Europa se está definiendo cada vez más en su parte oriental. Al mismo tiempo las respuestas a estos desafíos están en las manos de la Europa occidental. El saneamiento de las críticas condiciones en el Este exige un profundo entendimiento de los complejos procesos de transición como también del apoyo y de la solidaridad activa del Oeste. Ignorarlo podría llevarnos hacia una catástrofe de consecuencias trascendentales para todo el antiguo continente. Por este mismo motivo es necesario un serio esfuerzo común, para que la desigualdad disminuya y llegue a superarse. No se trata de cargar sobre los hombros del Oeste toda la responsabilidad. Lo importante es reconocer la necesidad y la urgencia de convivir en un espacio común del cual es imposible huir y del cual somos todos responsables. Este espacio no puede lograr la estabilidad mientras siga saturado de diferencias y contradicciones. Los acontecimientos en la Europa del Este tienen ya repercusión directa sobre las condiciones de Europa occidental. Y no sólo sobre su economía.

Las grandes expectativas que surgieron en ambos lados tras la caída del muro de Berlín han chocado con una realidad repleta de nuevos problemas cotidianos, grandes y pequeños. Las frustraciones surgidas de este conflicto entre ilusiones y realidades han originado integrismos de toda clase. Lamentablemente, esto está sucediendo a ambas partes del desdichado muro. Los extremismos tienen características comunes; sin embargo, en cada Estado tienen sus propios rasgos. Representan la expresión más irracional de la protesta contra la pobreza, el desempleo, contra la descomposición moral, la escasez y la impotencia, contra la inseguridad social y legal que caracterizan muchas de las sociedades en transición. Queda claro que no basta condenar verbalmente a los integrismos. Es necesario acabar cuanto antes con las causas de sus raíces. Si no se logra, los grupos políticos radicales seguirán avivando reflexiones y planteamientos políticos que la vida ya había colocado en el desván de la historia.

Estoy convencido de que la Europa democrática encontrará la fuerza suficiente y necesaria para no permitir que los grupos de extremis tas destruyan con su intolerancia y xenofobia el futuro de la mayoría, sus valores morales y sus esperanzas. El futuro está en las manos de una sociedad abierta, de un Estado que, pese a sus características nacionales, esté basado en el principio de la igualdad de sus ciudadanos, indistintamente de su pertenencia étnica, racial, religiosa o de su convicción política.

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Solamente los Estados así definidos serían capaces de asociarse con otros, en un respeto mutuo, en una comunidad universalmente humana. Precisamente en la brutal negación de estos principios reside la causa de la sangrienta crisis balcánica. Una de las cuestiones fundamenta les es saber cuál es la Europa que en realidad deseamos. ¿Cómo se integraría el continente respetando el principio de igualdad de todos los Estados que se integraran de forma gradual y garantizando sus plenos derechos una vez que cumplan la condiciones para ingresar en la Unión? ¿O manteniendo los plenos derechos sólo para un grupo privilegia do de Estados miembros? A su vez, estos mismos dilemas nos plantean la posibilidad de que se constituyen otra vez dos o quizás incluso tres Europas. En este posible esquema, la primera y "de mejor calidad" estaría integrada por los actúa les miembros de la Unión Europea; la segunda, por un grupo de Estados "aún no europeos" con función de zona tampón y donde quedarían los Estados de la antigua Europa oriental política, y la tercera, la "no Europa" con Rusia. De particular importancia sigue siendo precisamente la relación entre Europa y Rusia. ¿Logrará este gran Estado, con toda su complejidad, con sus tradiciones y contradicciones, geográficamente ubicado tan to en Europa como en Asia, integrarse en Europa? ¿Será Rusia un miembro que podrá exigir dentro del marco europeo sus esferas de interés? ¿Y hasta dónde llegarían éstas? Y finalmente, ¿no son acaso las nuevas formas de presencia de Rusia en algunas partes de la anti gua Yugoslavia (en Bosnia y Croacia) ya expresión de las nuevas fronteras entre -como se pudo oír hace poco en una de las metrópolis balcánicas- la civilización bizantina por un lado y la de una Europa occidental por él otro? La creación de una hueva Europa lleva consigo, sin duda, muchos peligros. En esta nueva Europa y en la búsqueda de una perspectiva continental común, las naciones del Este están hartas de ser consideradas como naciones ex; ex Estados comunistas o ex miembros del Pacto de Varsovia. En el interés de un futuro común es necesario un apoyo del Oeste al Este cuanto más rápido mejor, para facilitar el equilibrio y la compatibilidad entre los distintos segmentos continentales. Es imprescindible si se quiere una integración real. La postura de los Estados europeos orientales, en este sentido, está clarísima. Asimismo, queda bien claro que los actuales integrantes de la Unión Europea valorarán caso por caso las consecuencias, positivas y negativas, de las nuevas adhesiones. Sin embargo, creo que las dudas negativas podrán ser superadas, garantizando la adaptación de cada uno de los Estados candidatos al marco de las condiciones generales exigidas para que la UE siga siendo funcional. Un nuevo portazo a la entrada de estos Estados pondría en peligro el futuro de la misma Europa. Con el desmembramiento de la Unión Soviética, el Oeste ha perdido un rival que, en cierta forma, durante varias décadas había sido factor de homogeneización, unidad y fortalecimiento de los valores que integran la civilización democrática y de derecho occidental. Junto al Este y a la situación de la Rusia actual, Occidente se enfrenta a una serie de problemas todavía no identificados y, por tanto, no controlables. En este momento, el mayor peligro para el futuro de Europa es precisamente la enorme diferencia de desarrollo entre sus partes. La mejor forma de apaciguar las tensiones y los conflictos existentes es garantizar cuanto antes un desarrollo económico común. Se necesita una nueva arquitectura para Europa. En este histórico proyecto desea estar presente también mi país, Eslovenia. No solamente gozando de los derechos, sino haciéndose cargo de todas las responsabilidades que el proceso exige. Frente a un futuro ingreso en la Unión Europea, también la joven Eslovenia tendrá que plantearse la armonización de los dos procesos mencionados al empezar esta reflexión: la globalización y la individualización. ¿Cómo forjar y desarrollar su propia identidad en el camino rumbo a una Europa global sin perderse en el camino de la necesaria integración?

La posibilidad de una integración real en Europa representa para Eslovenia un gran desafío y al mismo tiempo una importante motivación para un desarrollo económico y político interno más rápido. Un desarrollo que le posibilite participar en la construcción de una Europa común, aportando, pese al tamaño, lo mejor de su identidad, sin el miedo y el riesgo de que le quede la desdichada alternativa de aceptarla o rechazarla tal como la diseñarían los demás.

es presidente de Eslovenia.

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