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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un baile con indisposiciones y sustituciones

La representación de Un ballo in maschera me recordó otra de la misma ópera, también en la Zarzuela, en la que Raimondi fue sustituido por Labó y Elena Sullotis cantó con merma de facultades por indisposición. Ahora fue Juan Pons el sustituido por Vicente Sardinero y Luis Lima, el limitado de posibilidades.Un ballo in maschera, estrenada en el Real en 1861, dos años después de la primera mundial en Roma, es una ópera romántica de gran vuelo. En él, Verdi anuncia y realiza mucho de lo que será su última y más genial etapa creadora. Gracias a la censura, la anécdota, referida al rey Gustavo III de Suecia, quedó desplazada a Boston y el monarca convertido en simple conde y gobernador; en París hubo versiones localizada en la Nápoles española y el asesinado Gustavo Vasa se tornó en condeduque de Olivares.

'Un bailo in maschera'

De Somma y Verdi. Director escénico: G. Joosten. Dirección musical: García Navarro. Escenarios: Johannes Leiacker. Figurines: Sven Use. Coro: V. Sciamarella. Coreografía: B. Vallribera. Luces: Benny Vall. Intérpretes: los citados en el texto y F. Gallar, F. Balboa, A. Echeverría, M. Rodrigo y J. Ferrer. Orquesta y coro titulares. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 18 de abril.

Lo que no muda es la perdurable belleza de la partitura de Verdi, que nos dá, desde un renovado color de su melodía, muestras de su superior talento musical y teatral, especialmente a partir del segundo cuadro. El montaje de Guy Joosten, para La Monnaie, de Bruselas, presentado ahora en Madrid, mezcla aciertos y equívocos: es bella la solución, en blanco y negro, de los escenarios enmarcados a modo de cuadros; parece más discutible la actuación de los protagonistas unas veces dentro y otras fuera del cuadro.

De todos modos, con la complicidad de la partitura, defendida por García Navarro con la mejor fortuna se creó el ambiente necesario para que Ana Tomowa-Sintow (Bulgaria, 1943) dictara lecciones de bien cantar en una Amelia dramática.

No menores elogios merece el arte singular de Elena Obratsowa (Leningrado, 1937) en la divina Ulrica. El brillantísimo tenor Luis Lima (Córdoba, Argentina, 1950) nos dio mucho de cuanto bueno posee, pero desde muy pronto advertimos que no estaba en plenitud de facultades. Como siempre, Vicente Sardinero (Barcelona, 1937) supo mantener desde la nobleza de sus medios y su estilo, el nivel general, como lo hizo la joven Gloria Fabuel, aun cuando su Paje resultó un tanto zangolotino. Hubo aplausos para todos y cabe hablar de éxito, aunque no excepcional.

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