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La crisis de los 50 incita a los ejecutivos insatisfechos a abandonar el trabajo

Un estudio entre 400 profesionales estadounidenses revela una nueva cultura laboral

A mediados de 1993, más de medio millón de profesionales y empresarios norteamericanos entre los 40 y 50 años abandonaron su trabajo. Otro medio millón se encontraba en vísperas de vivir el mismo trance, bien porque odiaban lo que estaban haciendo, bien porque preveían ser despedidos. Ninguna otra generación ha experimentado tal grado de pérdidas de empleo desde la gran depresión. Barry Glassner, catedrático de Sociología, acaba de publicar Career crash (Quiebra de la carrera), un libro pionero en el análisis de la vida laboral de los llamados baby-boomers.

Los baby-boomers es la generación que nació en los años inmediatos a la II Guerra Mundial y tópicamente considerada como la cohorte demográfica más mimada por las circunstancias. El libro no sólo demuestra que sus componentes han sido víctimas de una pródiga frustración laboral, descubre también que representan al sector social más afectado por las enfermedades depresivas.En realidad, confiesa el autor, su obra iba dirigida a estudiar la depresión de ese colectivo. Poco a poco, sin embargo, la escritura fue derivando hacia el conflicto en el empleo y la manera en que unos y otros han procurado superarlo.

Barry Glassner, muy feo físicamente, había publicado un libro titulado Por qué tenemos el aspecto que tenemos (y cómo nos sentimos respecto a él) que alcanzó éxito debido también, como ahora, al interés personal con que se involucró en las investigaciones.

El deseo de realizarse

Según Glassner, que cita a Gallup, los nacidos entre 1945 y 1950 han sufrido graves problemas con su trabajo. Tan graves que pueden considerarse la primera causa de su infelicidad. En realidad no se trata de que hayan encontrado más dificultades de empleo o que hayan sido despedidos con frecuencia superior sino que, en su consideración, el trabajo vino a ser la primera razón para la autoestima; más allá del amor, la amistad o la relación con Dios.Como consecuencia, el enfrentamiento con ocupaciones no deseadas, bien porque la carrera fuera una imposición paterna o por otras causas, se ha vivido como una frustración de primer orden. La tendencia a cambiar de empleo o a establecerse como trabajador independiente entre los 35 y los 50 años le parece a Glassner un fuerte distintivo de esta generación formada en los aires idealistas de los años sesenta.

En su opinión, la gente de las generaciones anteriores daban por bueno el empleo si se ganaba mucho dinero, pero este colectivo ha aspirado también a disfrutar con lo que hacía. Han aspirado a realizarse. Concretamente se han afanado tanto en ello que se les tiene por los responsables de que entre 1970 y 1980 disminuyera el tiempo de ocio norteamericano en un 37%.

El hombre del traje gris, best seller en 1955, retrataba al empleado que cumplía indolentemente con su deber, pero el hombre de antecedente hippy se ha afanado en su labor. Por esta razón, cuando la oficina o el despacho no les ha procurado satisfacción bastante han optado por despedirse. O los han echado. De la misma manera que ellos fueron los protagonistas de la revolución sexual que debilitó el matrimonio en los años sesenta, son también los intérpretes de la fragilidad laboral de los ochenta y los noventa. Los despiden, se independizan, cambian de profesión, de sueldo, de ciudad.

Todo ello desencadena a su vez, según reflejan las entrevistas del libro, otro catálogo de problemas. Problemas personales, familiares, de vecindario. Casi un 50% de los muchos negocios que fundaron norteamericanos de mediana edad entre 1987 y 1990, periodo de intenso ajuste de plantillas, se han ido a pique y sus promotores viven a la deriva. Otros, sin embargo, como es natural, han prosperado con los cambios de ocupación forzados o escogidos.

El libro, en este sentido, representa a los supervivientes de los años sesenta -entre los que el autor se encuentra- como una generación heroica. víctimas de su actitud contra el sistema, lo que hizo retrasar su incorporación y víctimas después del sistema, dentro del cual Glassner incluye para no dejar cabo suelto, desde la guerra de Vietnam que afectó a soldados con una media de 19 años, hasta la desviada educación paterna.

Contraculturales

Una de las razones que le parecen capitales a Barry Glassner para explicar la quiebra laboral de la generación hippy es precisamente su talante contracultural. No todos pueden encuadrarse en este movimiento, pero la proporción que se encontró en él y en sus aledaños fueron gentes que persiguieron con poco ahínco el dinero, formaron familias reducidas y fueron políticamente liberales o utópicos. Entre sus principios juveniles se encontraba vivir la vida a su modo, no trabajar para una multinacional, renunciar a cualquier empleo que atentara contra la naturaleza, emanciparse de los dictados del consumo.Parte de aquellos desobedientes fueron ejecutivos después, pero otros han seguido como disidentes hasta ahora. Son free-lance, artistas con mayor o menor fortuna, profesores, colaboradores de asociaciones con actividades humanitarias, fotógrafos, artesanos, médicos sin fronteras. El código ético de entonces no ha desaparecido de sus vidas. Según las variadas investigaciones del autor, los de la generación de los boomers son los que más felicidad denotan ante la ocasión de estudiar otra carrera. Señal de que no iban bien encaminados.

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