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Entrevista:

"La sociedad tiene horario masculino"

Rosa Rivas

Maria Luisa Cinciari es una veterana luchadora en el ruedo político italiano. Se estrenó como diputada en los años cuarenta y ha sido europarlamentaria de 1979 a 1989. La década de los noventa ha marcado para ella el inicio "de una revolución silenciosa" con mujeres como agitadoras, la Ley del Tiempo. Un proyecto que ella impulsó con las mujeres en el Partido Democrático de la Izquierda (PDS) y que avalaron 300.000 firmas femeninas de toda Italia.La Ley del Tiempo dio la campanada hace año y medio. Las agujas partieron de Módena, donde la alcaldesa Alfonsina Rinaldi, también del PDS, puso en marcha el reloj. Ahora, una veintena de municipios italianos son ya laboratorio de una experiencia única en Europa. Aún no ha llegado a Roma, pero dice Maria Lisa Cinciari que su alcalde está en ello: "Entre las cuatro mujeres que ha designado para puestos directivos municipales, una de ellas se encarga de estudiar la viabilidad de la Ley del Tiempo. "No es una utopía, estamos demostrando que puede ser realidad y, si es un éxito, lo exportaremos a otros países", afirma Cinciari, que asistió en Madrid a las jornadas Mujer y poder político, promovidas por la Asociación de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres y celebradas en el Senado la semana pasada.

El ministerio español de Asuntos Sociales sigue atentamente esta experiencia italiana, que pone en discusión estilos de vida y sistemas de producción.

Según las mujeres del PDS, "la población femenina se encuentra bajo la tiranía del tiempo de trabajo, que considera inferiores y residuales los otros tiempos de la vida". De ahí que la ley del Tiempo se apoye en tres bases: la vida, el trabajo y la ciudad, y propone considerar el trabajo familiar como tiempo social y redistribuirlo entre hombres y mujeres. La jornada de trabajo sería de 35 horas semanales (la media europea es de unas 40).

"La sociedad está organizada en torno al hombre, con horarios masculinos", afirma Cinciari. Como alternativa, la ley del Tiempo atribuye poderes a los ayuntamientos y a los ciudadanos para organizar de un modo diferente los horarios de la ciudad y propone que éstos se dividan de forma que se evite la coincidencia entre horarios de trabajo y los comerciales.

"Es una revolución, pero hay que hacerla con mucho cuidado. Las cosas no cambian de la noche a la mañana", admite Cinciari. "Es más fácil, claro, en las localidades pequeñas, pero implica largos debates con la gente: comerciantes, usuarios, responsables de organismos públicos, directores de bancos... Supone también un largo proceso de educación de actitudes personales y ¡a los hombres se tarda mucho en educarles!".

"Cuando presentamos el proyecto dijeron que estábamos locas", recuerda la diputada, "pero ya hay muchos hombres que están de acuerdo, porque a ellos también les beneficia". No obstante, la resistencia de los hombres italianos a compartir las tareas domésticas es bastante general, "como la de todos los hombres mediterráneos". No quieren ser amos de casa "porque consideran que ya trabajan bastante fuera. Los hombres, como mucho, trabajan en cosas de casa una hora a la semana, mientras que las mujeres emplean 17 o 18 horas. Y no es cuestión de que una ley les obligue a cambiar".

Pero ante la evasión de tareas, las legisladoras del tiempo plantean "educar mentalidades". Por ejemplo, enseñando a los chicos en las escuelas cómo realizar tareas domésticas y destinando tres meses del servicio militar a trabajos en asuntos sociales. A los hombres hay que entrenarles en los asuntos domésticos".

"Lo normal para los hombres es de 30 a 40 años de trabajo, si es que tienen la oportunidad de trabajar, y luego la jubilación. La vida de las mujeres es más complicada: también trabajan y además tienen niños, los cuidan... Si hay en la familia alguien enfermo ellas se encargan... Viven como acróbatas. Lo que queremos promover es una vida más humana y más agradable para todos".

Cinciari se queja de que "los hombres no entienden que una menor jornada laboral les permite hacer otras cosas. Con tiempo libre, las mujeres marchan a resolver mil tareas domésticas. Los hombres se van con los amigos".

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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