Sobre la energía del calor humano
En los círculos artísticos españoles la figura de Joseph Beuys se estaba convirtiendo peligrosamente en un mito. La cantidad de veces que su nombre es publicado en artículos y pronunciado en conversaciones no corresponde con el conocimiento real que de su obra y su pensamiento se tiene, por eso la exposición antológica que ahora se presenta en Madrid era una necesidad. Las 12 grandes instalaciones, las 11 vitrinas, las más de 50 obras y objetos y los 456 dibujos que forman su Secret block suponen una gozosa inmersión en el mundo plástico de Joseph Beuys, pero ojo que con visitar la exposición no se soluciona el conocimiento de su obra ni la comprensión de su complejo pensamiento.Lo que aquí podemos contemplar es un relicario formado por aquellos objetos que fueron elegidos, tocados, marcados y colocados por las manos del artista-brujo y que ahora aparecen en esta exposición espléndidamente dispuestos por Harald Szeemann, pero la gran obra de Joseph Beuys no está aquí, desgraciadamente no puede estar, porque esa obra fue él mismo: su presencia física, sus acciones tan desmesuradas como incomprensibles, sus peroratas políticas, la profunda mirada interrogadora de sus afilados ojos bajo el sombrero.
Joseph Beuys
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Santa Isabel, 52. Madrid. Hasta el 6 de junio.
Las obras que podemos contemplar en esta exposición, como los objetos que se exhiben en las vitrinas de un museo etnográfico, son los instrumentos, gastados y ya inútiles, de los que el chamán se sirvió para conjurar sus ceremonias e intuir los caminos del conocimiento. Todos ellos denotan su uso mágico, todas las instalaciones insinúan las acciones, los gestos y movimientos de Beuys, todo se halla aquí primorosamente dispuesto y a punto para comenzar la ceremonia, sólo se necesita la energía que nuevamente circule por las piezas de cobre, los son¡dos que queden amortiguados por el fieltro y el calor humano que deberá ser conservado por la masa de grasa, en una palabra, sólo falta la fe que mueva las obras. Al contemplar estos objetos no hacemos más que mirar el dedo con el que Beuys señalaba, ellos no son propiamente la obra de arte, son sólo el testimonio de una utopía. Como toda utopía, el discurso que teje la obra de Beuys pretende trasladamos a otro tiempo y otro lugar, convirtiéndonos así en modernos argonautas.
Pero, ¿de qué trata su utopía?, ésta no es otra que el intento de transformar la sociedad a través de la creatividad artística y la voluntad espiritual, fenómeno en el que se agotó la modernidad sin lograr conseguirlo. Intento frustrado también en Beuys ya que podemos constatar cotidianamente que no son la cultura y el arte los vehículos de la transformación social que él pretendía. La libertad individual, la no violencia o el acceso sin trabas al conocimiento son los ideales de Beuys más traicionados por la realidad social.
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