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El presidente no va al cine

Juan Cruz

Cuando Felipe González dijo el otro día en Tele 5 que hacía 12 años que no iba al cine, el crítico Diego Galán recordó lo que dijo Gabriel Arias Salgado, el legendario ministro de la censura, cuando le preguntaron por, qué no iba al cine. Respondió el portavoz del Espíritu Santo en el franquismo:-Es que me molesta mucho ver al pianista acompañando la proyección.

No es posible que el presidente del Gobierno español tenga el mismo recuerdo prehistórico, pero corre el riesgo. Los profesionales del cine han recibido con ironía su confesión. ¿Qué se ha perdido Felipe González no yendo al cine?, le pregunté ayer a Pilar Miró. "Se ha perdido salir a la calle". ¿Y de cine? ¿Qué se ha perdido? "Se ha perdido ver cómo han ido cambiando las tendencias, cómo iban surgiendo cineastas como Kieslowski [el director de Azul], y, como le gustaban sobre todo las películas del Oeste, se habrá perdido Sin perdón, de Clint Eastwood. Y la última mía, claro". Pero, sobre todo, los que van al cine creen que el presidente del Gobierno se ha perdido, como dice Juan Carlos Onetti, el diminuto cariño que se siente por los que nos acompañan en la cola infinita y paciente de los sábados por la tarde.

No ha sorprendido mucho la confesión del presidente, porque el sector -la industria, la distribución, la cultura- siempre le ha reprochado que no les acompañe, sobre todo en estos tiempos de zozobra en que todo les va fatal. Enrique González Macho, el presidente de los pequeños distribuidores -los distribuidores españoles, como él dice-, reaccionó con. ironía. "Ha escogido el momento más oportuno para decirlo". Ahora hay en todas partes una ley que quiere recuperar el cine y hay una desesperanza concreta, tangible, en este sector de la cultura visual, de modo que lo que dijo el presidente les ha caído, según este distribuidor, "como una confirmación de su interés por lo que hacemos. Ya que no sale a la calle, que venga a ver qué pasa en el mundo desde la ventana del cine". Macho va más lejos: "No sólo no va al cine, sino que tampoco lo ve en La Moncloa". ¿Cómo lo sabe? "Porque los distribuidores somos los que le servimos las películas y en mucho tiempo no consta que haya pedido nada.

Se ha perdido muchas cosas no saliendo a la calle el presidente. Es probable que se las cuenten sus ministros, y si es así no cabe duda de que la ministra de Cultura está en muy buena disposición para hacerlo: en el estrecho marco de dos días presidió los premios Mayte de teatro, que honraron a Alberto Closas, anunció que el Prado se agranda y confesó en un acto público que sus primeros libros fueron el misal, como es lógico, y una edición entrañable de Julio Verne. Esto último lo dijo justamente en presencia de Berlanga, que no se crió con el misal, por descontado, sino con el Diario de Sesiones que guardaba su abuelo en su casa de la Valencia republicana. Contó Berlanga -en un seminario que sigue su curso y en el que se habla de las lecturas inolvidables, en el Círculo de Lectores- que un maestro que tuvo colgaba con pinzas de la ropa los textos que más le interesaban, y en aquel tendedero vio colgados a Rilke, a Proust, a Neruda, y vio colgado el primer poema de Lorca.

Salir a la calle y escuchar resulta altamente atractivo. A veces es una lata, como decía Eugenio d'Ors, porque aun ahora en Madrid, a cierta hora, o das una conferencia o te la dan. O, como decía el reiterado Berlanga, puede ser que lo que oigas resulte tan aburrido como una conferencia que una vez dio Edgar Neville: él mismo se durmió en su transcurso.

Salir a la calle es incómodo, porque está el mundo. Pero esa incomodidad enseña mucho, y la incomodidad, además, al revés que los sueños de la razón de Goya, generan belleza, y no monstruos. Eso es lo que dice la gente del cine cuando ahora convocan a Felipe González a que vaya alguna vez a ver cine. Aunque sea europeo.

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