'Marat-Sade', según Marsillach
El Marat-Sade, de Peter Weiss, judío alemán afincado en Suecia, fue una de las obras de más éxito en el mundo en los años sesenta, por la feliz combinación de dos personajes enfrentados: Marat o la revolución, y el marqués de Sade, o la individualidad, además de representantes de la locura, la administración, el despotismo y la Iglesia. Estrenada en 1963, la tradujo al castellano Manuel Sacristán y la estrenó Adolfo Marsillach en el teatro Español de Madrid, en otoño de 1968.En el mismo 68, y sólo unos meses antes, yo había publicado mi primer libro, precisamente Peter Weiss. Poesía y verdad. Pero no pude asistir a las representaciones, que fueron muy pocas, ya que, unos días después del estreno, alguien mezcló con las octavillas referentes a la revolución (francesa), mencionada en el escenario, otras que invitaban a la revolución (española, claro está). Según los usos y costumbres de entonces, la obra fue retirada.
Pero Marsillach tuvo la suerte de poder pasarla a Barcelona, en enero. Conocía a Marsillach desde la poética y extraña representación, dirigida por él, de la obra de un cura llamado Condomines. De manera que fui a verle al Poliorama, antes del estreno, hablamos y, mientras, al leer en el cartel el título: Persecución y muerte de Marat en su bañera, me permití decirle que lo de la muerte en la bañera era aceptable, pero que resultaba chocante lo de persecución en la bañera. Al día siguiente, el del estreno, se anunciaba, como en casi todos los teatros del mundo, simplemente Marat-Sade.
El montaje, la actuación y todo lo demás eran de mucha calidad, y el teatro estuvo cada día Heno a rebosar. Pero al decretarse el estado de excepción, en febrero, Peter Weiss, por entonces convertido en tanque marxista-leninista, prohibió con un telegrama la obra, y Marsillach no tuvo otro remedio que hacerlo. Cuando al fin logró convencer al dramaturgo de que la prohibición le hacía un flaco servicio a la lucha antifranquista, Fraga Iribarne declamó, en su despacho de Información y Turismo, que mientras él defendiera la bandera roja y gualda, Peter Weiss no estrenaría más en España. Y acertó.
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