Estructuras de luz
Guillermo Lledó (Madrid, 1946) tiene a sus espaldas una trayectoria a la vez sorprendente y ejemplar en su rigor radical. Tal vez por ello -como por las simplificaciones e inercias pacatas que suelen arrastrar las modas- es, en buena parte, un artista secreto, cuyo prestigio incontestable no siempre ha alcanzado una difusión generalizada.Realista en los setenta, el despojamiento y la carga conceptual de sus trabajos generaban una incómoda ubicación entre el lirismo habitual de los pintores de la realidad. Su atípico y personal acercamiento a la estirpe del minimal en los primeros ochenta no resultaba, a su vez, menos desconcertante. Y sin embargo, pese a lo espectacular del salto, el trasfondo conceptual garantizaba sobradamente la coherencia de su evolución aun cuando, de nuevo, ésta alcanzara una identidad tan singular como equívoca. Por su vibración poética, escapaba a la ortodoxia de las vanguardias analíticas; por la radicalidad de sus recursos y resultados encontraba, al tiempo, un medio poco receptivo en el contexto español de esos años. Y, curiosamente, cuando el capricho de las modas hace ahora coincidir el gusto dominante con el clima natural de la apuesta de Lledó, la atención vuelve a primar otros mimetismos más endebles frente a la densidad de este inquebrantable navegante solitario. Casi cuatro años separan la presente exposición de Guillermo Lledó de su anterior muestra madrileña, realizada en el mismo espacio, a través de un hermoso y memorable diálogo entre su obra y la de Mitsuo Miura. Si evoco ese antecedente es por la estrecha relación que aquellas piezas de Lledó -la serie Tragaluces y su Bóveda translúcida- mantienen con estos últimos trabajos del artista.
Guillermo Lledó
Galería Egam. Villanueva, 29. Madrid. Mes de febrero.
En la frontera de lo pictórico y lo escultórico, sus construcciones en perfil de hierro recubiertas por un plano translúcido de poliéster y fibra de vidrio trascienden hoy, de un modo más rotundo, su apariencia de estructuras elementales y obtienen, con el protagonismo dado a la modulación de la luz, un inquietante vértigo poético, más intenso cuanto más desnudo de todo recurso adjetivo. El imponente plano inclinado de la pieza-instalación que ocupa la primera sala de la galería resulta ejemplar en su colosal despojamiento, mística muralla de luz, suspendida en el tiempo, que el espacio vierte sobre nuestros cuerpos.
Babelia
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