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Meritorios de OTAN

Durante toda la semana el presidente norteamericano, Bill Clinton, se ha paseado por Europa explicando a antiguos satélites de la antigua URSS lo interesante que sería para ellos ingresar en una llamada Asociación para la Paz, especie de catecumenado- o escuela de mandos de la OTAN; es decir, argumentando por qué no pueden entrar en la Alianza. El razonamiento, conocido aunque raramente expresado sin afeites, es elemental.La OTAN existía porque un grupo de países capitalistas, de base cristiano-occidental, bajo la advocación de Estados Unidos, temían, con mayor o menor convicción, una agresión soviética.

En los años noventa la capacidad de agresión militar de Rusia, sucesora de la URSS, es, visiblemente, escasa. Pero, otro grupo de países, Hungría, la República Checa, Eslovaquia y Polonia, recientemente adquiridos al capitalismo y, recuperada en grados diversos, su adscripción al cristianismo de Occidente, piden la ampliación de la OTAN hacia el este. Esa pretensión se basa en su recelo no tanto de una agresión directamente militar de quien fue su antiguo patrón, Moscú, como a una presión política, respaldada en una fuerza no disipada del todo por la destrucción del comunismo, que venga a limitar su margen real de independencia: algún tipo de finlandización, en suma.

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¿Por qué la Alianza, que sigue existiendo pese a la desaparición del enemigo que la justificaba, no quiere hoy más reclutas? Porque, no sintiéndose amenazada por Rusia, ninguno de sus. Estados miembros estaría dispuesto a morir por Dantzig, es decir, a defender con vidas y hacienda la libertad de húngaros, checos, eslovacos y polacos.

Al mismo tiempo, la Rusia de Yeltsin, el prooccidental, o de Zhirinovski, el nostálgico de la Tercera Roma, estiman por igual. que si sus antiguos satélites pasan de neutrales a integrantes de un club militar, se convierten automáticamente así en un factor de poder contrario a sus intereses. Y la OTAN, si no quiere enviar a sus soldados a morir por sus vecinos del este, menos aún puede ambicionar que Rusia la tome por enemigo potencial.

¿Por qué, entonces, no se resuelve ese entrecruzamiento de quereres y poderes, haciendo que Rusia ingrese también en la Alianza? Pues, porque Moscú no pasa los exámenes de grado para la defensa común: nada hay seguro sobre sus fronteras últimas, el riesgo de guerra civil a múltiples bandas entre sus nacionalidades es evidente, lo de que el capitalismo tenga el camino expedito tampoco está nada claro, y, encima, su cristianismo, de nuevo recobrado, es de la variedad oriental con denominación de origen de mucha menor garantía.

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El verdadero riesgo militar para los nuevos países que hoy se. postulan atlánticos proviene de ellos mismos, o de sus más íntimos vecinos, de sus diferencias fronterizas, de su macedonia de nacionalidades, como en la antigua Yugoslavia. Y eso se sabe perfectamente en, la OTAN. Ampliar hacia el Este no sólo favorecería las tendencias antioccidentales en el vasto espacio sin definir que es el futuro de Rusia, sino que metería eventuales yugoslavismos por resolver en casa propia. Por eso, Clinton y los señores europeos de la OTAN dicen que no a esos pobres que llaman modosos a la puerta.

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