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Aquella pelirroja

Casada, madre, fabuladora, pellirroja... pasó por la Universidad de Barcelona del comienzo de los sesenta como una fuerza de la naturaleza sin equivalencia posible en la escala de Richter. Luego fue una de las ninfas constantes de la llamada gauche divine, en la que alguna vez habría que hacer un censo de los divinos y los gauchistas. Aprendió el oficio de editora a la sombra de Carlos Barral, en aquella Seix y Barral imprescindible para la supervivencia, y aún llegó a tiempo de codearse con los intelectuales que habían hecho posible el milagro editorial más liberador del franquismo: Petit, los hermanos Ferrater, Gil de Biedma, Castellet... Tras la marcha de Barral, Rosa asumió la condición de editora y ahí queda La Gaya Ciencia con su respaldo a los que dejábamos de ser prometedores y a los que lo eran, como Marías, Azúa, Savater, según el consejo de Juan Benet, que encontró una fórmula para expresar, mediante el título de un compendio de cuentos, la capitanía de la editora pelirroja: Subrosa.Las excesivas expectativas de la transición animaron a Rosa Regàs a ir a por el gran público mediante una ambiciosa programación de libros de formación política, para la que nos convocó a los que sabíamos algo, aunque fuera poco. Y ahí quedan como una reliquia de la ingenuidad didáctica los Documents sobre la historia ocultada de la Cataluña contemporánea o aquellos breviarios en los que Solé Tura, por ejemplo, se responsabilizaba de explicar qué era el comunismo y yo el imperialismo, hoy aparentes cadáveres más o menos exquisitos que gozan de diversa salud. Mejor la del imperialismo que la del comunismo.

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Rosa Regàs gana el Nadal con 'Azul', un relato sobre las dependencias del amor

Con el cierre de La Gaya Ciencia nace otra Rosa Regás, En todos los sentidos de la palabra. Es como si hubieran terminado sus años de aprendizaje, aquella ávida curiosidad hacia lo exterior y los otros, y comenzara un proceso de ensimismamiento reforzado por la lejanía. Ejerce de traductora de organismos internacionales y eso le permite distancia distanciarnos, distanciarse y encontrar en los baúles llenos de curiosidades acumuladas el don de la escritura que había recibido de propicios compañeros de lecturas y viajes. Nos sorprendió con una irreverente visión de Ginebra, sólo degustable del todo para los que apreciamos los caprichos de la retina de Rosa, y a continuación con una excelente primera novela, Memoria de Almator, en la línea de una literaturización anglosajona del perpetuo desajuste entre el yo y su experiencia; no en balde la estética literaria de Rosa Regás hay que vincularla con el aprendizaje a la sombra de las grandes figuras literarias de la Escuela de Barcelona y de las grandes escritoras inglesas que van de la Mansfield a Doris Lessing. Y ahora gana el Nadal con una novela, Azul, en la que se cuenta la huida hacia adelante de dos parejas, que como toda huida hacia adelante conduce a la melancólica victoria de la memoria sobre el deseo. El Nadal. Rosa Regàs. Aquella casada, madre de familia, fabuladora, pelirroja... sobre todo, aquella fabuladora pelirroja.

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