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González busca mantener con Clinton los estrechos lazos que tuvo con Bush

Felipe González intentará mañana, lunes, seducir a Bill Clinton como en su día cautivó a George Bush: contándole todo lo que sabe, y sabe mucho, sobre Centroamérica y Cuba. La tarea será, sin embargo, más difícil, a pesar de que la ideología del presidente demócrata de Estados Unidos se asemeja algo más a la de la socialdemocracia europea que la de su predecesor republicano. La labor del presidente español será ardua, porque Clinton muestra menor inclinación por la política exterior y además Centroamérica ha dejado de suponer una amenaza para los intereses norteamericanos. Persiste, sin embargo, la crisis de Cuba.

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González conocerá por fin a Clinton. El jefe del Ejecutivo español no estuvo entre los responsables gubernamentales que hicieron cola en la pasada primavera ante la Casa Blanca para ver a su nuevo morador. Tenía entonces que ganar la batalla electoral española. Sólo pidió cita en septiembre, y no la obtuvo. Clinton estaba entonces demasiado ocupado con asuntos domésticos. Está tan atareado que ni siquiera devolvió recientemente una llamada telefónica del rey Juan Carlos, según cuenta el último número de la revista US News and World Report.

Finalmente, Clinton propuso recibir a González a finales de noviembre, coincidiendo con el debate presupuestario en el Congreso español. La parte española declinó la oferta y se buscaron entonces nuevas fechas: 6 y 7 de diciembre. El momento de la visita es excelente, se insiste en círculos gubernamentales. La cita coincide con la recta final de la negociación del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio) y tendrá lugar en vísperas de la cumbre europea de Bruselas.

González podrá, por tanto, actuar en la Casa Blanca como portavoz de los intereses europeos y explicar a su regreso a sus socios comunitarios el estado de ánimo de su anfitrión. La fecha no sólo tiene, sin embargo, ventajas. Durante la estancia del presidente español en Washington, el Congreso estadounidense está cerrado y el tradicional encuentro con los comités de relaciones internacionales o con los jefes de grupo no podrá celebrarse. También estará ausente el secretario de Estado, Warren Christopher.

Aun así, el programa del huésped español está cargado. Por si aún cupiera alguna duda del peso que ejerce en la Casa Blanca, la primera cita oficial será mañana un desayuno con Hillary Clinton, al que González asistirá acompañado por su esposa, Carmen Romero. La primera dama explicará al matrimonio su reforma sanitaria.

Después, el presidente español y su anfitrión charlarán a solas y, finalmente, Clinton le ofrecerá un almuerzo. González se reunirá además con los secretarios de Defensa, Trabajo y Tesoro, así como con el asesor económico del presidente. Previamente, cenará esta noche con el príncipe Felipe.

Aunque se hablará de todo, la visita tendrá, a juzgar por las entrevistas concertadas, un marca do carácter económico. A sus interlocutores, González les contará las reformas que ha emprendido para mejorar la competitividad de la economía española, lastrada, según el embajador de EE UU en Madrid, Richard Gardner, por los altos costes salariales y la rigidez del mercado laboral. En consecuencia, añadió, España "no es ya una prioridad para las inversiones" de las empresas norteamericanas.

Para hacer mella en el ánimo de Clinton, González hará valer su conocimiento de Centroamérica y Cuba, a cuyo régimen el Gobierno español asesora sobre la apertura económica. Fue así y con su respaldo incondicional a EEUU en la guerra del Golfo como se granjeó la simpatía de Bush. El anterior presidente no perdió una oportunidad en deshacerse en elogios del jefe del Ejecutivo español.

Múltiples elogios

Cuando, por ejemplo, le recibió por última vez en la Casa Blanca, en abril de 1992, Bush describió a González como un "líder en numerosas cuestiones de este hemisferio", al que pedía "consejo sobre numerosos temas, desde los de mayor envergadura hasta los asuntos más sencillos". Cuatro meses antes, en Madrid, Bush había resaltado también la "influencia" del jefe del Ejecutivo español "en Suramérica y Centroamérica, cuyos líderes le buscan para recibir consejos y asesoramiento, y nosotros también".A pesar de esta gran cordialidad en la relación con Bush, buena parte de la alta Administración española se inclinó por Clinton durante la campaña electoral. Se le veía como un líder más capacitado para emprender las reformas estructurales que dinamizasen la economía de su país y más afín a los postulados socialdemócratas. El propio González reconocía en enero pasado en unas declaraciones al diario The Washington Post que entre su programa y el de Clinton existía una "mayor identidad" que con las ideas de Bush.

La ilusión inicial se ha desvanecido. No tanto porque Clinton haya traicionado a su ideología, sino por su escasa sensibilidad por los asuntos del mundo. "Con Bush las cosas no estarían tan mal en Bosnia" es una frase pronunciada con frecuencia en los despachos de Asuntos Exteriores y de Presidencia. Desde que llegó Clinton al poder, la Casa Blanca ha dejado de telefonear al palacio de La Moncloa, y cuando se le llama desde Madrid, ni siquiera devuelve la conferencia. Para consolarse, los altos funcionarios españoles recuerdan que lo mismo les sucede a las demás capitales europeas.

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