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Crítica:CINE: 'LA TAPADERA'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

A la medida del astro

Que el héroe de los ochenta, encumbrado por su audacia en Bolsa y por la limitación espartana de su código moral, está en crisis ya lo había certificado Hollywood en The Wall Street o La hoguera de las vanidades. Pero que ese héroe es hoy definitivamente un cadáver es algo que La tapadera certifica con vigor.Especializado en ficciones con claros elementos de denuncia, así como en entretenimientos milimétricamente diseñados para gustar a todos los públicos (Memorias de África es un pequeño clásico en este apartado), el liberal Sydney Pollack ha puesto toda su picardía profesional, que no es poca, en la confección de este artilugio a la medida del talento y el salario -1.350 millones de devaluadas pesetas- del astro Cruise.

La tapadera

Dirección Sydney Pollack. Guión: Robert Towne y David Rayfiel, según la novela de John Grisham. Fotografía: John Seale. Música: Dave Grusin. Estados Unidos, 1993. Intérpretes: Tom Cruise, Jeanne Tripplehorn, Jene Hackman, Hal Holbrook, Ed Harris y Holly Hunter. Estreno en Madrid: Gran Vía, Palacio de la Prensa, Proyecciones, Benlliure, Peñalver, Novedades, Juan de Austria, Excelsior, Aragón, España, Aluche y Bellas Artes.

Y así, surge un largo thriller judicial, con toques que se ajustan a lo que hoy en día se lleva en Hollywood: el vapuleo a la ambición y a las fortunas fáciles de la era pre-Clinton, la crítica al espíritu conservador sureño y a la penetración de la Mafia en sectores profesionales aparentemente intachables, más el. proverbial guiño a la platea femenina. Que el personaje más perspicaz sea una mujer, Abby, es el peaje casi obligado que pagan con gusto todas las ficciones contemporáneas, y ésta no es una excepción. Por lo demás, Pollack intenta disimular con su oficio las debilidades de un guión que resulta demasiado pormenorizado y confuso, cuando no cargado de un exceso de explicaciones legales. No obstante Pollack se sale con la suya con dos de sus armas preferidas: una, el férreo control del ritmo del filme, con momentos sobresalientes en las secuencias de acción. Dos, su ductilidad para amalgamar los muy variados estilos interpretativos de su abultado, extraordinario elenco, y que van desde la gesticulación a menudo cargante de Holly Hunter hasta la majestuosa sobriedad de Gene Hackman.

Es una película que se deja ver, a ratos convencional aunque sólido producto industrial; pero aunque no lo fuera, la presencia de Hackman bastaría.

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