El Consejo de Europa debate la aplicación práctica de la biogenética
Tres veces acudió una mujer a la iglesia ortodoxa de Chipre para casarse y sólo a la tercera se casó. Los dos primeros novios fueron rechazados por la contrayente sin contemplaciones: el certificado de salud exigido por la iglesia revelaba que eran portadores del gen de la talasemia, una enfermedad hereditaria caracterizada por un cuadro severo de anemias que conducen a la muerte habitualmente antes de que pasen 20 años.En Chipre ya no hay talasemia, pero cuando el pediatra Minas G. Hadjiminas expuso ayer el caso de la mujer chipriota, un sordo murmullo recorrió el enorme plenario del Consejo de Europa, en Estrasburgo, repleto de médicos, científicos y profesores de Europa. Estaban reunidos en el Segundo Simposio sobre Bioética, que se plantea hasta dónde podemos llegar en la aplicación práctica de la investigación genética.
La medicina puede hoy determinar si una persona es portadora de genes defectuosos capaces de transmitir enfermedades hereditarias tan graves como la talasemia o de sufrir ella misma dolencias severas años más tarde. Existen, además, enfermedades como la hemofilia, la demencia de Alzheimer o numerosos tipos de cáncer en las que intervienen factores genéticos que podrán ser conocidos con antelación. ¿Qué puede hacerse con esa información? Los datos genéticos pueden tener un interés vital no sólo para el portador de la enfermedad, sino también para terceras personas.
¿Existe el deber ético de informar a esas personas cuando se diagnostica una dolencia genética? ¿Puede un empresario exigir a sus empleados un análisis genético? ¿Y una empresa aseguradora, puede exigirlo como condición para firmar una póliza de seguro? Éstas fueron algunas de las preguntas planteadas. La aplicación práctica de los avances genéticos está planteando ya, según recalcó Sophie Jacquot-David, jefe de asuntos jurídicos del Ministerio de Sanidad de Francia, problemas éticos para los que la sociedad no tiene aún respuesta.
Libertad individual
El caso de Chipre demostró en el debate que algunas aplicaciones son cuestionables. Las pruebas genéticas deben ser voluntarias y libres de coacción. Todos coincidieron en ello.Pero también la libertad individual puede conducir a situaciones cuestionables desde el punto de vista ético, según Arno G. Motulsky, profesor de Medicina y Genética de la Universidad de Washington. "En la India, por ejemplo, la preferencia por los hijos varones está llevando a un uso generalizado en las capas pudientes del diagnóstico prenatal para determinar el sexo del feto y abortar si es una niña. ¿En qué punto será preciso renunciar a la autonomía de la reproducción y declarar ilegal la selección por razón de sexo?", se preguntó.
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