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Henry Cisneros: "EE UU tendrá un presidente hispano"

Henry Cisneros, 46 años, fue nominado por el presidente Bill Clinton, tras su victoria electoral y confirmado unánimemente por el Senado de EE UU como secretario de Vivienda y Desarrollo Urbano el pasado mes de enero.

Cisneros, de origen mexicano-español y antiguo alcalde de San Antonio (Tejas), cargo que desempeñó entre 1981 y 1989 y desde donde ganó prestigio y respeto a nivel nacional como un joven líder de gran futuro, se encarga actualmente de uno de los problemas más sangrantes de su país: el infierno de pobreza y marginación en las grandes ciudades y la desesperada situación de los sin techo con sus secuelas de discriminación, consumo de drogas y criminalidad.

El político hispano considera un reto su labor y contando con un sustancial presupuesto intenta mejorar las condiciones de las viviendas, y el acceso a las mismas, invertir en comunidades que ejercen labores sociales, y luchar contra la droga. Cisneros asegura que en EE UU hay 39 millones de pobres, y por eso "es esencial que haya cambios económicos profundos en nuestro país y en el mundo".

Es uno de los preferidos de Clinton, a quien apoyó en la campaña electoral y con quien formó parte del equipo de transición. Guarda con el presidente no sólo semejanza de edad, sino también de trayectoria política. Los dos son demócratas liberales moderados. Su prestigio entre los 22 millones de hispanos de EE UU (la minoría con mayor crecimiento demográfico) y a nivel nacional no le incitan a lanzarse a la caza de la Casa Blanca -"personalmente no tengo esa ambición", dice-, aunque asegura rotundo: "No tengo la menor duda de que, en su momento, EE UU tendrá un presidente de origen hispano".

A pesar de su cargo, Cisneros asegura que tiene un interés especial por España y por los asuntos internacionales y ha viajado a Madrid en nombre de su Gobierno para hablar de la política exterior e interior de EE UU y la conexión europea.

Europa, máxima prioridad

Adentrándose en ese campo, niega que su país carezca hoy de una idea clara de su papel en el mundo. La tiene y eso lo demuestra la reciente aprobación del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá (NAFTA), la cumbre Asia-Pacífico, celebrada de Seattle, sus encuentros con el presidente de Rusia, Borís Yeltsin.... Apunta también a que esa actividad no significa que los intereses económicos y geoestratégicos de EE UU se inclinen ahora hacia otras zonas del mundo en detrimento de Europa. "Nuestra máxima prioridad", dice, "sigue siendo Europa. No creo que el NAFTA y la cumbre Asia-Pacífico pueda interpretarse como la formación de un nuevo bloque, sino como un intento de racionalizar las relaciones económicas internacionales. Esto no significa denigración o desinterés hacia Europa".En torno al contencioso de la Ronda Uruguay del GATT, Cisneros considera que no se puede culpar a ninguna de las partes -EE UU o la Unión Europea- de que las negociaciones estén bloqueadas. "Lo que hay que hacer es superar los problemas y avanzar". No sabe si habrá resultados positivos en los contactos. actuales, pero cree que los habrá a más largo plazo.

Respecto a la política del presidente Clinton sobre Bosnia, tan criticada a uno y otro lado del Atlántico después de anunciar en tres ocasiones bombardeos selectivos y luego dar marcha atrás, Cisneros dice que EE UU ha decidido no adoptar acciones unilaterales. "Cualquier decisión que tome el presidente será conjuntamente con los aliados europeos. Esta es una indicación más de la importancia que el presidente atribuye a los europeos". Sobre si este hecho es indicativo de que la Casa Blanca quiere que los conflictos europeos sean resueltos por ellos, asegura: "Washington no piensa tal cosa". Entonces ¿cuánta gente más debe morir para que EE UU y los aliados hagan algo? "Esa es una pregunta difícil".

En cuanto a las quejas diplomáticas en Washington de que la Casa Blanca no tiene una política clara respecto a Latinoamérica, Cisneros considera que nunca ha estado mejor definida esa política desde la época de John Kennedy. No cree que la parálisis actual de la política norteamericana respecto a Cuba vaya a tener efectos negativos ni que deba cambiar. "EE UU no tiene por qué modificar su política. Quien debe cambiar es Castro. No hay compromiso posible sobre respeto de los derechos humanos y democracia.

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