El conflicto de Seat entorpece la relación entre Madrid y Bonn
El canciller Helmut Kohl sigue siendo un gran amigo del presidente Felipe González, pero la luna de miel hispano-alemana está acabada. Por si cupiera aún alguna duda, la cumbre entre los jefes de Gobierno de España y Alemania, que se celebrará hoy y el sábado en Granada, tendrá, por primera vez, sobre el tapete algunos contenciosos bilaterales -Seat y la siderurgia- y no se limitará, como suele ser habitual, a debatir los retos pendientes de la construcción europea.
Acompañado por cuatro de sus ministros -los titulares de las carteras de Economía, Hacienda, Defensa y, mañana, Asuntos Exteriores-, el canciller Kohl pasará en Granada casi 24 horas con su homólogo González, al que el 8 de octubre en Viena describía ante la televisión austriaca como su gran amigo.Esa amistad se fortaleció cuando en el otoño de 1989 Kohl encontró en el presidente español más comprensión y respaldo que en cualquier otro líder europeo ante su empeño por unificar Alemania. Quedó consolidada cuando en las cumbres de Maastricht (1991) y de Edimburgo (1992) Bonn supo mostrarse generoso ante la petición española de solidaridad financiera.
"La crisis no ha resquebrajado la relación personal, pero sí ha perturbado la bilateral entre Bonn y Madrid", comenta un alto cargo de la Administración. El ejemplo más llamativo es el de Seat, donde el Gobierno alemán no ha movido un dedo por suavizar las decisiones de Volkswagen, la empresa matriz, alegando que no puede intervenir en los asuntos de una multinacional privada.
Pulso interesado
Allí donde puede, Bonn tampoco da su brazo a torcer. Desde principios de año, el Ministerio de Economía alemán bloquea la aprobación en Bruselas del plan español de reconversión de la siderurgia integral con el propósito de obtener ventajas similares en materia de subvenciones públicas para Eko-Stahl, un consorcio de la antigua RDA.
Estas objeciones forman parte de un rosario de reivindicaciones formuladas por la delegación de Alemania en los consejos de ministros de la CE y de iniciativas particulares que quiebran la política comercial común.
La pretensión de otorgar compensaciones a los agricultores alemanes por la devaluación del marco o la conclusión de un pacto con Washington que evitará la eventual imposición de sanciones de EE UU a las telecomunicaciones alemanas son la mejor ilustración del nuevo talante de Bonn.
Si en la diplomacia española nadie duda de la fe europeísta del canciller, reiterada el 11 de noviembre ante el Bundestag, se teme, en cambio, que la crisis económica que padece Alemania no sólo incite a su Administración a pelear más duro por sus intereses, sino que acabe provocándole un cierto desapego por una construcción europea que le resulta muy costosa.
En un país como España, receptor de fondos comunitarios, el informe del Bundesbank de noviembre "ha causado cierta preocupación", reconocen fuentes diplomáticas.
Por primera vez, una autoridad alemana de la envergadura del banco central critica la contribución alemana al presupuesto comunitario, que aumentará al ritmo anual del 8%, pasando de los 38.000 millones de marcos en 1993 (1 marco = 81 pesetas) hasta 52.000 millones dentro de cinco años. Por su nivel de vida, recuerda el Bundesbank, los alemanes se sitúan, tras la unificación, tan sólo en el sexto lugar de la UE.
Ante tanta adversidad el gran consuelo sería para España la compra por los ferrocarriles alemanes, que González intentará impulsar, de 60 trenes fabricados por el consorcio Siemens-Talgo por valor de 132.000 millones de pesetas.
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