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Washington y Bruselas en la recta final

Lluís Bassets

El comisario de Comercio Exterior, Leon Brittan, y el representante de Comercio, Mickey Kantor, inician hoy en Washington la última tanda de negociaciones que debe llevar al éxito o al fracaso a la Ronda Uruguay del GATT, el proyecto más ambicioso de liberalización del comercio mundial, mediante un acuerdo multilateral entre 116 países.Los europeos van a Washington con dos pretensiones, que producen divisiones en su propio seno y les debilitan ante el resto del mundo. Se trata de la exigencia francesa de renegociar el acuerdo agrícola de Blair House y de incluir una claúsula especial que excluya o admita excepciones para los audiovisuales.

La Unión Europea no es unánime respecto a las dos pretensiones francesas, pero los Doce consiguieron llegar a un acuerdo para solicitar a Washington que acceda a revisar los aspectos del acuerdo de Blair House más inconcretos o indefinidos. Blair House prevé el recorte del 21% de las exportaciones agrarias subvencionadas durante los próximos seis años. Washington podría acceder, por ejemplo, a que el recorte del 21% se efectuara al final del periodo, en vez de distribuirlo de forma homogénea. Podría aceptar que los inventarios almacenados antes del acuerdo no fueran contabilizados. O tendría la posibilidad de alargar la llamada claúsula de paz o compromiso de no tomar represalias durante los seis años que dura el acuerdo.

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Hasta ahora los representantes norteamericanos se han cerrado en banda a renegociar cualquiera de estos puntos. Los propios socios europeos más partidarios de un final feliz en el GATT se han mostrado comprensivos con los franceses, pues entienden que una relectura del acuerdo no significa necesariamente revisar nada sustancial. Fuentes comunitarias, manifestaron incluso su temor a una auténtica renegociación de Blair House, pues podría significar que entraran de nuevo en acción los lobbies agrarios norteamericanos, con mayores y renovadas exigencias. Brittan intentará, así, la obtención de un gesto que obligue a Francia a aceptar lo sustancial del acuerdo.

Algo similar sucede con los audiovisuales. Brittan quiere convencer a franceses y norteamericanos de la conveniencia de la especificidad cultural, que incluye estos productos en el GATT pero con un estatuto especial. En la práctica significa que los países europeos podrán seguir subvencionando su propio cine y aplicando las cuotas de pantalla en televisión de la producción no europea. EE UU quiere tratar a los audiovisuales como simple producto comercial, sin subvenciones ni cuotas.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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