"El secuestro ha sido un chantaje a toda la sociedad"
"El 5 de julio iba un poco antes de lo normal a casa porque íbamos a celebrar el cumpleaños de mi hijo mayor, Jon. Aparqué el coche en el garaje. En el momento de salir fui abordado por dos personas que me inyectaron un somnífero. A partir de la salida del garaje, prácticamente estaba dormido. Desperté en un..., si no os importa, les voy a dar el nombre que tenía en mi mente: yo lo llamaba el ataúd. El recinto donde estaba tenía unas condiciones realmente precarias". Así relató ayer el ingeniero Julio Iglesias Zamora los primeros momentos de sus 117 días de secuestro, el segundo más largo de los de ETA.
Iglesias Zamora calificó de "brutales" los instantes que siguieron a su despertar en el "ataúd blanco", como él se refirió durante la rueda de prensa al agujero en el que estuvo cautivo. Comparó esta situación a la sensación que puede experimentar alguien que va en un coche tranquilamente y de repente se encuentra con un muro de hormigón de dos o tres metros y da un frenazo en seco.Desde el primer momento, fue consciente de que había sido secuestrado. "Lo ví muy claro, tenía unas ropas que no eran las mías y se me comunicó mi situación. El choque fue bastante fuerte porque es como en los accidentes graves o las enfermedades, que nunca crees que te va pasar a tí", indicó.
El directivo de Ikusi, que acudió a la rueda de prensa acompañado de su esposa, Marisa Liceaga, y de sus hijos, Jon, Ander y Ane, no dudó en ningún instante de que el objetivo del secuestro era el chantaje y que "éste no era por ser Julio, que también fue el comentario de los secuestradores, sino porque era un trabajador de lkusi, que en esos momentos estaba sirviendo para hacer un chantaje a la empresa; era un ataque a lkusi y a toda su plantilla". En otro momento afirmó que el chantaje era extensible a toda la sociedad.
La monotonía de las jornadas que Iglesias pasó en el "ataúd blanco" las superó marcándose un reto personal -"salir del lugar en las mismas condiciones físicas y psíquicas o mejores de las que había entrado"- y para ello diseñó un programa de actividades y ejercicios físicos, que fue cumpliendo diariamente de forma rígida.
"Sabía que mi cuerpo estaba en ese recinto, pero mi mente la tenía en casa y en la empresa", indicó Iglesias, que intentó no desaprovechar el tiempo durante su cautiverio. Por eso, tras realizar unos ejercicios de gimnasia "nada parecidos a los de [la gimnasta] Nadia Comanencci" comenzó a trabajar con unos libros, que los secuestradores no consideraban "nocivos", sobre las novedades del sistema informático Windows -"era difícil imaginarse un ordenador, pero creo que lo conseguía mentalmente"- y a repasar los verbos irregulares de inglés hasta sabérselos de memoria. El ingeniero donostiarra escribió durante su cautiverio cartas a su esposa e hijos, que nunca pudo enviar, e hizo un proyecto de mantenimiento para la empresa. Aprovechó la rueda de prensa para pedir públicamente a la organización terrorista la devolución de ese material porque él considera que esos documentos le pertenecen. "Es un derecho de propiedad intelectual", se quejó.
En varias ocasiones, a lo largo de su comparecencia ante varias decenas de periodistas y un numeroso grupo de compañeros de Ikusi, aseguró que el secuestro ha sido una tortura. "La tortura de haberme tenido incomunicado. Es como si a alguien le crucifican y le clavan los pies y las manos, y cuando está en la cruz le dan protección solar para que no se queme la cara. Estaba en sus manos. Mi dependencia era total. Con cerrar el ataúd, allí me quedaba".
Iglesias Zamora reconoció haber pasado momentos malos a lo largo de los cuatro meses, en los que pensó que podía morir. "Pero me sobreponía pensando en que a mi gente, mi familia y compañeros, les tenía que poder mirar directamente a la cara. Yo podía estar con todo tipo de humillaciones o deficiencias. Pero mi dignidad, ésa, desde luego, no me la tocaban". El ingeniero negó de forma rotunda padecer cualquier síntoma del llamado síndrome de Estocolmo o sentimiento de simpatía hacia sus secuestradores. Y mirando a alguno de sus companeros de trabajo dijo: "Muchos de los que están aquí saben muy bien cómo soy y saben que no. En absoluto. La mentalización que he tenido es que tenía que estar hoy aquí y era el reto personal que me había marcado".
"Ningún síndrome"
En algunas de las conversaciones que mantuvo en su cautiverio con los tres secuestradores llegó a abordar temas políticos "escasos, porque daban poco juego".
Y en aspectos relativos a la violencia les llegó a decir: "Vista la experiencia, eso no arregla fundamentalmente nada. Este pueblo ha demostrado durante muchos actos que la violencia no lleva a ningún lado. Practicar la violencia con gente de paz es imposible. Tenemos un Parlamento y unos medios. Que se empleen, aunque tengan que abrirlo el domingo y trabajar de noche, como en algunas fábricas. Pero esos métodos no. Por ahí no. Es inhumano y la sociedad actual nuestra no se lo merece". En algún momento, los guardianes le llegaron a preguntar qué tal se encontraba y siempre les daba la misma respuesta: "Estoy torturado. La familia, bien, gracias".
Iglesias mencionó en repetidas ocasiones la labor de sus compañeros de lkusi y les dedicó el premio Juantxu Rodríguez contra la mordaza y la violencia que una asociación de fotógrafos le entregó ayer. También expresó su deseo de incorporarse al trabajo en breve. "De repente me llevaron y tengo que reanudar mi vida normal también de repente", indicó.
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