El éxito de la cumbre, pendiente de las sedes
El único escollo serio de la cumbre, que no puede arreglarse con buenas palabras, es el ole las sedes. Si los Doce no son capaces de cerrar hoy el acuerdo sobre el puñado de sedes de agencias y oficinas comunitarias que quedan por decidir habrán hecho una demostración, con la presidencia belga a la cabeza, de impotencia y de mutua enemistad radicalmente contradictorias con el mensaje que quiere proporcionar el Consejo Europeo ante la entrada en vigor de Maastricht.La posibilidad de designar únicamente la sede del Instituto Monetario Europeo, obligatoria para la puesta en marcha de la segunda fase de la Unión Económica y Monetaria (UEM), ha sido descartada con insistencia por la presidencia, aunque no lo sea sobre el papel es una posibilidad que no se puede descartar.
La realidad es que el primer ministro belga, Jean-Luc Dehaene, llega a la cita con sus homólogos sin que le cuadren las cuentas. El triángulo de más dificil solución lo conforman la rivalidad entre el Reino Unido, Dinamarca y España, que pugnan por dos sedes: Medio Ambiente y Medicamentos. El primer ministro británico, John Major, parece decidido a no moverse de la exigencia de Medicamentos para Londres.
El primer ministro danés Paul Nyrup Rasmussen exige, por su parte, Medio Ambiente, y muestra como credencial el espíritu ecologista de su país. El Gobierno de coalición que preside Rasmussen podría tropezar con dificultades parlamentarias si regresa de Bruselas sin nada en las manos.
Felipe González, por su parte, apuesta aparentemente con igual fuerza en favor de las dos sedes (Medio Ambiente para Madrid u otra ciudad española a determinar y Medicamentos para Barcelona), con el argumento de que uno de los países de mayor tamaño y peso de la CE no puede quedarse con la morralla de una pequeña oficina. Su teoría sobre el buen comportamiento comunitario, para premiar a los que cumplen y castigar a los que retrasan las aprobaciones de los tratados y obtienen derogaciones, no es aceptada por Londres y Copenhague y tiene el riesgo de que Bruselas se acoja a ella para pedirle una actitud responsable ante las dificultades que crean las capitales incumplidoras.
La apuesta española está muy condicionada por las circunstancias interiores. El Gobierno de González no puede revelar preferencia alguna entre las dos sedes para no echarse piedras al tejado. Si demuestra preferencia por Medio Ambiente, tendrá un serio problema ante la presión de la industria farmaceútica y de los catalanes. Si se inclinara por Medicamentos impediría convertir en un éxito la adjudicación de Medio Ambiente. De ahí el prudente silencio, que suscita interpretaciones variadas a los partidarios de una y otra.
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