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De punki a mujer de negocios

La subasta de antigüedades Thurn und Taxis se convierte en un éxito inesperado

La princesa Gloria, viuda del principe Johannes von Thurn und Taxis, fallecido a los 64 años en 1990, tiene una particular filosofía de la vida. Reconoce que le duele desprenderse de la diadema que llevaba en su boda, pero está decidida a salvar el patrimonio de una de las familias más ricas del mundo. Considerada una frívola y acusada de arribista, la llamada princesa punk se ha transformado en una implacable mujer de negocios. "Ganar dinero en la casa Thurn und Taxis fue más bien un hobby, y esto tiene que cambiar", asegura. Ahora está subastando en Ratisbona una parte del legado para pagar a Hacienda y lo justifica de la siguiente manera: "Quiero conservar el patrimonio para mi hijo Albert. En caso de que éste necesite vajillas de plata las podrá comprar en subastas, pero lo que ya no podrá comprar es un bosque".El principio de la historia de esta familia lo protagonizan, mediado el siglo XVI, los hermanos Tasso -después Taxis-, de Bérgamo, unos comerciantes lombardos que consiguen convencer a la Corte de Viena de que les otorgue el patronazgo para organizar una extensa red de rutas postales conectando entre sí las principales ciudades de las posesiones imperiales de los Habsburgo. El porcentaje que cobraban sobre el servicio les permitió acumular una de las mayores fortunas del mundo.

Las posesiones de esta dinastía alemana se calculan actualmente en 3.000 millones de marcos (un cuarto de billón de pesetas). Los Thurn und Taxis son los mayores propietarios de bosques de Europa -28.000 hectáreas de arbolado-, disponen de innumerables inmuebles en las grandes ciudades alemanas y europeas y de tierras en ultramar. El fallecido príncipe Johannes, sin embargo, se obsesionó con edificar un imperio empresarial. Careciendo él mismo de conocimientos financieros y gerenciales, acostumbrado a que el personal a su servicio le solucionara los problemas, dejó manos libres a sus ejecutivos y asesores.

Con las gigantescas reservas de capital de la familia, los asesores del príncipe se lanzaron a comprar todo lo que se les ponía por delante: desde cadenas de boutiques hasta asesorías financieras. Se metieron en operaciones bursátiles y se adueñaron de fábricas de productos electrónicos, y tampoco olvidaron transferir algún que otro millón de marcos a sus propias cuentas corrientes en Suiza. Todo transcurría aparentemente sin problemas, pero cuando murió el príncipe, hace tres años, su viuda se enteró del desastroso estado de las finanzas familiares. Las ganancias habían descendido y las deudas aumentado hasta llegar a los 800 millones de marcos, sin contar con el dinero que exigía, sin demora, el Estado alemán en concepto de Impuestos hereditarios.

La princesa Gloria, que no había podido desprenderse de su imagen frívola y de las acusaciones de arribista y de cazafortunas, sorprendió a todos. La que había sido bautizada como la princesa punk, quien no se perdía ni una de las supuestas orgías de la jet-set muniquesa, la fan del cantante Prince, a quien perseguía por los escenarios, decidió aprender a llevar la fortuna y los negocios que habían quedado en sus manos. Para ello no dudó en organizarse un cursillo privado, impartido por los mejores catedráticos de economía y gestión de empresas.

La joven Gloria, descendiente de una familia de la nobleza rural sajona, los Von Schónburg-Glauchau, trabajaba como camarera en un bar de moda de Múnich citando conoció al príncipe Johannes, con el que se casó en 1980. Durante los diez anos que duró el matrimonio, además de proporcionarle un heredero, parecía que iba a ser la ruina de esta vieja familia. Pero tras la muerte del príncipe surgió una princesa inesperada. La viuda se ha dedicado a racionalizar los negocios de la familia con un estilo implacable que la prensa alemana no resiste comparar con el de López de Arriortúa en Volkswagen.

Lo primero que hizo fue despedir a todos los ejecutivos que se aprovechaban de su marido. Después siguieron los sirvientes, el jefe del parque móvil -que de 27 vehículos fue reducido a tres-, junto a los mecánicos y chóferes, el cocinero, e incluso Lucky, el ojeador y fiel compañero de caza del príncipe. Hasta el noble perro de caza fue vendido. También se desprendió del banco Thurn und Taxis, de Múnich, y de numerosas empresas, consiguiendo reducir sus deudas a sólo 400 millones de marcos.

La famosa subasta que está teniendo lugar estos días no es más que una pequeña parte del proceso de saneamiento del patrimonio; en realidad, sólo pretende pagar los derechos sucesorios, una deuda fiscal de 14 millones de marcos (más de 1.100 millones de pesetas). Pese a ello, algunos de los más puntillosos miembros de la nobleza bávara no han dudado en criticar la subasta que tiene lugar en el palacio de Ratisbona. Lo cierto es que la mayoría de las antigüedades puestas a la venta languidecían en almacenes. Formaban parte de lo que fue quedando de los más de 25 castillos que la familia ha ido vendiendo.

Se trata de la segunda subasta organizada por la princesa Gloria. En noviembre pasado ya recaudó más de 21 millones de marcos en el hotel Beau Rivage, de Ginebra, vendiendo un lote de joyas entre las que se encontraba una cajita de rapé de Federico el Grande; la cubertería de plata del castillo Sankt Emmeram, de 500 habitaciones, y la diadema que ella misma había llevado en su boda. En esta ocasión se han vendido básicamente muebles. Sirva como ejemplo la de dos sillas de Sajonia de concierto, de 1780, por 7.500 marcos; una chaise-longue, de 1860, por 4.000 marcos. Por los siete relieves de madera del siglo XVI, cuyo precio de salida era 250.000 marcos y que fue comprado por la ciudad de Ratisbona, se pagaron 316.000 marcos. La subasta está siendo un éxito. El segundo día se superó la barrera de los dos millones, y eso que todavía faltan las 75.000 botellas de vino y las dos motos Harley Davidson de la princesa.

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