Nunca es tarde
Miro mis libros y veo que la primera vez que se representó esta obra, mi compañero Ángel Fernández-Santos, que ahora explica cine en estas páginas y entonces se ocupaba del teatro en Diario 16, criticó así: "Es un endeble trabajo sentimentalón y ternurista, sin el menor riesgo de construcción, chato de estructura y sin sentido del crescendo, y con un argumento que nos trae agresivamente el angelical recuerdo de las primeras películas de Marisol". En realidad, poco tengo que añadir: esa es la crítica. En esa época (1979, teatro Alfil; dirección de García Moreno, intérpretes, Conchita Montes y Ángel Picazo) la crítica de la izquierda estaba en contra, y la derecha a favor. Está claro: una comedia burguesa, ajena a todo conflicto real, podía dividir entonces la manera de contemplarla según ideologías. Cuando el apreciado autor se dedicó a ésta, ya mayor, la tituló Comedia a la antigua (los otros títulos son españoles) y casi se contó a sí mismo: tenía la misma edad de los personajes, en torno a los sesenta y cinco, y necesitaba contar que el amor sucede también a esa edad.
El canto de los cisnes
El canto de los cisnes (Comedia a la antigua, 1975) de Aleksei Arbusov. Versión libre de Rodolf Sirera. Intérpretes: Rosa Díaz, Alberto Closas, Amparo Rivelles. Escenografía: Alfonso Barajas. Director: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Teatro Alcázar, 7 de octubre. 1993.
Maestría
No sé lo que ha ocurrido con la versión española, cuál es la libertad que proclama Sirera frente al original, no sé lo que le sobra o le falta al autor ni lo que añaden los actores al improvisar algo para suplir su memoria; ni sé si el exceso de lentitud es deliberado -me temo que sí- por parte del director, Juan Carlos de la Fuente, o por la necesidad también de los actores de añadir expletivos, vacíos, onomatopeyas o gemidos en lugar de la palabra que se les olvida y mientras esperan escuchar al apuntador; a pesar de lo cual debo decir, antes de ir más adelante, que Closas y Amparo Rivelles tienen tal maestría y tal seguridad, y arte escénico, que, con todo eso, producen toda clase de admiraciones.También me parece que desde que vimos esta obra en 1979 hasta hoy, las cosas han cambiado mucho en el teatro, generalmente hacia peor, y estas "comedías a la antigua" a las que se agarran con desesperación los productores y los directores que no consideran bien lo que se escribe hoy, resultan un poco mejores que entonces: por comparación. Y quizá porque la edad defendida ya no es sólo la del autor y la del actor, sino también la de una gran parte de los espectadores, que tenemos más sensibilidad para esas situaciones lamentables. Que son, ya Se habrá comprendido, la de un viudo y una abandonada, en un balneario, que van uniendo sus soledades: con la timidez del que se siente fuera de juego y, sin embargo, tiene que aproximarse poco a poco a alguien.
Resultó, por consiguiente, un éxito: con interrupciones para aplausos y con ovaciones finales.
Babelia
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