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Que viene la miurada

Hoy se lidian los toros de Miura en Bilbao. Vaya por Dios. Que complicación. Altísimos de agujas, zancudos, astifinos y con el cuello inacabable. Dan ganas de caerse del cartel y salir corriendo. Y eso que a veces han salido superiores. En el 1988 se llevaron el premio de la junta a la mejor de las Corridas Generales. En 1985, Carnicero fue el toro más bravo, según el jurado del club Cocherito, y en el mismo 1988, fue Forrajero el que se llevó el gato al agua, porque llovía la mar.Pero lo más gordo ocurrió en 1963, o sea, hace 30 años. En ese año de gracia, a un miura le dio por hacer una graciosidad y nos los puso de punta. Los pelos, quiere decirse. A la sazón toreaba el maño Fermín Murillo, al toro llamado Notario y marcado con el número 116. Notario levantó acta de lo que sigue. Primero, de que su matador le cortó las dos orejas. Segundo, de que quiso tirarle un pitón a Manolo Agüero, que estaba en el burladero del cinco. Tercero, de que le obligó al hermano de Martín a salir corriendo, y tomarse el tres, o unos días. Cuarto, de que a la vista de lo que estaba ocurriendo y lo que quedaba por ocurrir, Paco Morán, disfrazado de transeúnte, o sea de paisano, se lanzó a la candente y le hizo a Agüero un quite a cuerpo limpio. Consideraciones varias: a Paco Morán, excelente banderillero, el ministro de la Gobernación le otorgó la Gran Cruz de Beneficencia, por lo cual es excelentísimo señor para toda la eternidad, mientras algunos son unos pelagatos de por vida.

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¿Que quiénes matan los miuras en Bilbao? Desde luego casi nunca las figuritas de mazapán. Campuzano el grande mató a Carnicero, y Campuzano chico a Forrajero. Después, casi siempre, pelé, melé y el mango la escoba, dicho sea sin ánimo de ofender, porque los tienen como el caballo de Santiago.

Excepciones

A veces hay excepciones; no se vayan a creer, todo hay que decirlo. Francisco Camino Sánchez mató hace 20 años un miura de 700 kilos, aunque imagino que le hubiera gustado tirarse de cabeza al callejón. Ya Manuel Rodríguez, Manolete, le ocurrió lo que sigue, un año antes de que Islero, en Linares, le hiciera engrosar la gloriosa lista de desaparecidos en campana.

A Manolete le dio un miura un tantarantán. De la misma, se lo llevaron a la enfermería rebozado en arena y lleno de hematomas. Alcohol, mercromina, antiinflamatorios, más mercromina y lo que hiciera falta. Consejo del doctor don Vicente San Sebastián, jefe del equipo médico de Vista Alegre: "No salga usted, Manolo; haga usted el favor". Manolete paseaba su figura escorada de babor y una cuarta más delgada, por los pasillos de la enfermería, con aquella predisposición que tenía a posar para El Greco. En estas que hay otros menesteres, en aquellas, que se produce un descuido, en las demás allí, que los doctores no se percatan, y que Manolete ya está de nuevo en el ruedo para lo que haga falta. En este caso seguir toreando la legendaria divisa. Una divisa verde y grana plena de leyenda. El bisabuelo lloró cuando le anunciaron que Belmonte le había tocado a un toro suyo un pitón. El abuelo ha puesto el grito en el cielo cuando le han acusado alguna vez de manipular las astas de unos bureles, morlacos, reses, toros, o pavos, como no hay otros en todo el país.

Y es que sólo un miura da más miedo que un miura. Y si no que se lo pregunten a Tomás Campuzano, el Fundi y Sergio Sánchez, que los matan esta tarde en la última de las Corridas Generales. Cuidarse, muchachos.

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