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ETA ataca el puerto olímpico

Dos bombas de escasa potencia causan cinco heridos en dos restaurantes de Barcelona

Carlos Arribas

Dos bombas que hicieron explosión en otros tantos restaurantes del puerto olímpico barcelonés causaron ayer cinco heridos, uno de ellos de gravedad. La colocación de los explosivos fue anunciada con errores hacia las diez de la noche en dos llamadas a EL PAÍS por un comunicante que se identificó como miembro de la organización terrorista ETA. Horas antes, la policía había desactivado un coche en el que se hallaron 40 kilos de explosivos, aparcado junto al Paral.lel. Una de las explosiones se produjo en el restaurante La Galema a las 22.25. La otra se registró poco más tarde en el lavabo de otro local, El Túnel del Port, vecino del primero, que ya había sido desalojado. El último atentado de ETA en Barcelona se produjo el 19 de marzo de 1992.

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La primera bomba fue un sonido sordo. No se pareció a las películas: llamaradas, cristales rotos y todo eso. Los cientos de personas que paseaban o cenaban en las terrazas del Puerto Olímpco ni siquiera se inmutaron. Algunos niños, como mucho, gritaban alborotados que había sido una bombona de butano.. Eran las 22.25 horas. Veinte minutos antes un hombre llamaba a EL PAIS y al diario Egin, y, en nombre de ETA, avisaba que había varios artefactos explosivos colocados en el puerto de Nova Icária. En el restaurante La Galerna, las mesas del interior estaban intactas, ni una copa se rompió. Poca gente, unas ocho personas, vieron su cena interrumpida. En la terraza, donde llegaron algunos cristales rotos, más. Unas 40 o 50, según uno de sus 16 trabajadores. Pero a la izquierda según se entra, detrás de una puerta arrancada de cuajo, el desastre.No sabían que cinco minutos antes la voz que decía hablar en nombre de ETA había vuelto a llamar a El PAÍS diciendo el nombre de tres lugares en los que habían colocado los artefactos explosivos de poca potencia: el restaurante El Cangrejo Loco, el Túnel del Port y los aparcamientos de la torre de Mapfre. No fue muy exacto en sus localizaciones. Ni en la torre de Mapfre ni en El Cangrejo Loco los artificieros encontraron nada. El delegado del Gobierno en Cataluña, Miquel Solans, afirmó anoche que las imprecisiones en el aviso etarra impidieron el desalojo preventivo.Una joven embarazada

Gracia Gómez González, una joven embarazada, estaba en el servicio cuando el artefacto hizo explosión. En un segundo se vio en el suelo, rodeada de escombros, escayola y azulejos, con una pierna rota, la cabeza sangrando y apoyada en la puerta, cerrada, del servicio de caballeros. Allí la explosión sorprendió a Emilio Briones Gallo, quien apenas se vio afectado. Un mosso dlesquadra que pasaba por allí, de paisano, fue el primero en inten, al puner orden en el maremágnum. Organizó la evacuación de Gracia pisoteando sobre los escombros, sin saber que también pisaba a Carlos Durán Martínez, de 30 años. Uná mujer entró gritando: ¡Carlos, Carlos! Entonces, un camarero oyó un jadeo en el suelo. Bajo al menos 30 centímetros de escombros y la máquina de tabaco alguien intentaba respirar. Carlos Durán es el herido más grave. Ingresado en el hospital Clínico, los médicos pensaban anoche que quizás se le tendrá que amputar una pierna.

Se vaciaron las mesas del restaurante, que se habilitaron como camillas y la histeria se desató entre los familiares de los heridos. "¡Una ambulancia!", gritaban. "¿Qué pasa que no viene ambulancias? Habían pasado 10 minutos y parecía una eternidad. Llegó la policía y la ansiada ambulancia. También unos cuantos camiones de bomberos.El dueño de una bar vecino, El Túnel del Port, fue rápido de reflejos. Seacercó corriendo a La Galerna cuando oyó la explosión pensando que era de una bombona de butano. Pero cuando oyó que había sido una bomba, volvió rápidamente a su local y lo ordenó desalojar. A las 10.45 un segundo artefacto hizo explosión en los servicios de El Túnel del Port. Otro ruido sordo y una humareda. Ninguna persona se vio afectada.

Otras dos personas, que estaban en la terraza de La Galerna, recibieron asistencia sanitaria por heridas leves. Se trata del matrimonio formado por Antonio Leiva Alcalá, de 46 años, y María Vila Rosic, de 45.

Mientras la policía controlaba la situación, se produjo un segundo caos. Por un altavoz, un agente ordenaba a todo el mundo, camareros y curiosos, que abandonara la zona. En el gran número de restaurantes del lugar de moda del verano barcelonés, los policías fueron más expeditivos. Echaron a la gente directamente. "Me he dejado la plancha y los quemadores de butano encendidos", explicaba un cocinero de Don Marisco a un policía, pidiéndole permiso para volver y apagar los fuegos "Nada, imposible, esperen una hora", obtuvo como respuesta. "Se ha ido todo el mundo sin pagar, menudo, desastre", insistía el cocinero. "Por lo menos no, os ha tocado la bornba", le respondió, inmisericorde, el uniformado.

El Puerto Olímpico se convirtió entonces en un`decorado fantasma. La policía tendió cordones de seguridad y el lugar quedó casi desierto. Las luces públicas y de todos los locales encendidas a su máxima potencia. Los dueños de los coches aparcados fueron volviendo poco a poco a retirarlos. La tarea era lenta. La policía identificaba uno a uno y un agente les acompañaba hasta el vehículo. Al mismo tiempo, los especialistas de la policía y del CEDAX entraban en los lugares de la explosión para intentar descifrar el tipo de explosivo utilizado. Al cierre de esta edición aún no lo habían comunicado. Todo lo más, precisaron que eran bombas de escasa potencia.

Los camareros y propietarios de los restaurantes comenzaron a hacer corrillos con policías y bomberos. Todos contaban lo que hacían en el momento exacto de las explosiones. "Yo estaba apuntando una comanda cuando oí el ruido", comentaba uno de la terraza de La Galerna. "Vi humo y nada rnás". Otro, de otro bar, le mostraba su condolencia.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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