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La historia según la cuentan

El pasado de la ciudad se repite en dos museos del mismo Ayuntamiento, uno pobre y otro rico

El Ayuntamiento de Madrid gestiona el Museo Municipal, que tiene la sede en Fuencarral, 78, en el antiguo hospicio, donde se da un repaso a la historia de Madrid de la mano del arte; el templo de Debod, el Museo de Escultura Abstracta de la Castellana, San Antonio de la Florida... y el Museo de la Ciudad. El último es el único que no pertenece a la concejalía de Cultura, sino a la de Obras. De hecho, su contenido fue diseñado por el concejal Enrique Villoria, que es el responsable de esta área. Los primeros -los culturales- tienen que vivir con 264 millones, después de que el presupuesto de cultura menguase este año un 62%. Y se les pierden las esculturas: un montaje de dos metros de Andreu Alfaro, en la exposición al aire libre de la Castellana, desapareció del mapa durante 15 días. Sus conservadores se enteraron más de una semana después de que el montaje faltaba de su pedestal y denunciaron el robo, cuando en realidad la obra estaba guardada en un almacén de vallas. La directora de los museos, Carmen Priego, asegura que se ha cansado de pedir vigilancia para un recinto en el que campan los gamberros.

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Bastarían 2.000 metros

En cambio, el Museo de la Ciudad, abierto desde hace poco más de un año, tiene vigilantes privados y el último berrido en seguridad. Costó 3.000 millones -2.200 su construcción y 800 su contenido-, tiene cinco plantas para exposiciones y superficie para dar y tomar -19.000 metros cuadrados-, azafatas de piernas largas y un complejo sistema para contar visitantes, de tal manera que nunca puede quedarse nadie atrapado dentro. Los visitantes han sido nada menos que 42.000 en los primeros seis meses del año, porque además está en la ruta de los turistas japoneses.

Al Instituto Municipal de Arqueología, que lleva cerrado desde 1972, le bastarían 2.000 metros cuadrados para que los madrileños pudiesen repasar su pasado con hallazgos auténticos encontrados a dos pasos de su casa. Pero se tienen que conformar con la mínima muestra -170 metros cuadrados para 300 objetos- que de sus fondos expone el Museo Municipal. Mientras, el de la Ciudad, junto al Auditorio Nacional, tiene una planta para exposiciones temporales vacía. En este museo, e1 reino de las maquetas, hay vitrinas con restos prehistóricos -pocos- que no se sabe de dónde han salido. Por lo menos al visitante no se lo cuentan en las tarjetas explicativas. "Y además", dice un arqueólogo al salir, "tienen errores en las fechas".

Trabajos en compañía

De la carencia histórica se percató una pareja de especialistas en informática que el viernes se pasó por este museo para buscar un poco la historia de la ciudad. Les hizo bastante gracia la planta, bastante más abigarrada, que el museo dedica al metro, a los antiguos tranvías y autobuses, a la luz y las infraestructuras en general. No falta una inmensa maqueta que ilustra con lucecitas las operaciones del asfaltado de los últimos años y el polémico faro de la Moncloa, realizaciones de la concejalía de Villoria.

"La idea es explicar a los ciudadanos, y sobre todo a los niños, las infraestructuras de la ciudad", recalca Pablo Población, el gerente de la sociedad municipal Campo de las Naciones, a quien el Ayuntamiento ha transferido el control del museo. Población no quiere discutir por qué se dedican entonces dos plantas enteras a contar la historia de Madrid. Las únicas colaboraciones con el Museo Municipal se limitan a editar "algún catálogo y algún libro", dice él, que está muy orgulloso de que el Museo de la Ciudad no le salga gravoso al contribuyente, porque compensa sus gastos con lo que pagan las concesionarias del aparcamiento y la cafetería.

Una foto de 1830

Tras una imponente portada churrigueresca, el Museo Municipal apenas puede exponer al público la mitad de sus fondos y su sala de exposiciones temporales está ahora vacía. Aquí, en la calle de Fuencarral, hay sorpresas como el despacho entero del escritor Ramón Gómez de la Serna, testigo de sus obsesiones, o una alegoría de Madrid vista por Goya que tiene toda una historia que contar. En sus repletos almacenes hay porcelana de La Granja, los regalos que le hacen a los alcaldes de Madrid y cuadros, muchos cuadros. También hay maquetas por duplicado, a veces de los mismos lugares que se exhiben en el Museo de la Ciudad.Una de las estrellas de la colección es el fiel retrato de la ciudad en 1830, hecho maqueta gracias al esfuerzo de dos años de un militar llamado Gil de Palacio. Como una foto.

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