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Una Julieta que siente y padece

Vestida de seda celeste y entre ovaciones, un enorme ramo de lilas, calas y orquídeas ocultaba el menudo rostro emocionado de Trinidad Sevillano, premio nacional de danza de 1993 y una de las mejores bailarinas españolas de nuestro tiempo.En la sala del Royal Festival Hall de Londres había el martes por la noche muchos profesionales del ramo y público balletómano expectante por el regreso de una de sus estrellas favoritas. A la puerta de su camerino, tras la agotadora función de tres largos actos, una legión de incondicionales esperaba a su Julieta. Desde una llamativa baronesa de profundo escote, moño imperial cardado y largas ristras de perlas, hasta un joven fotógrafo de modas: en, Londres, el ballet es religión, y Trini ha dejado un público fiel que ya la aplaudió antes en su Lago de los cisnes, su Coppelia o este Romeo y Julieta, de Frederick Ashton, que llegaba esta noche a su representación 184 en el montaje actual de esta compañía.

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Trinidad Sevillano conquista Londres con su versión de Julieta

El Royal Festival Hall, a pesar de su arquitectura desangelada y fría, se amolda al ballet de gran formato, y sus más de 2.000 butacas gozan de buena visión de la escena. El regreso de estas dos preciosas "ovejas descarriadas de otra época" al redil del English National Ballet (actualmente la soriana Trinidad Sevillano y Patrick Armand residen en la ópera de Boston), aunque sea en calidad de artistas invitados, tenía eufórico a Derek Deane, nuevo director artístico de la compañía que sustituyó a Ivan Nagy hace apenas tres meses y que proviene del Royal Ballet, después de una escapada de dos años en la ópera de Roma junto a Elisbetta Terabust.

La compañía londinense atraviesa una época difícil, y Tal como ha declarado recientemente el director Derek Deane, éste es un conjunto que "desde el punto de vista financiero vive de las entradas que es capaz de vender"; así, la visita de Trinidad Sevillano es una doble inyección de moral y de garantía de aforo completo. El buen ballet inglés es incombustible (recuérdese que, mientras se pudo, durante la última guerra mundial, no dejó de haber aquí representaciones), y aun a pesar de haber dejado atrás la brillante etapa de Peter Schaufuss, ahora la compañía se afana por mantenerse y renovarse.

Fue Schaufuss precisamente quien trajo al repertorio del actual English (antiguo London Festival Ballet), en los años ochenta, esta versión de Romeo y Julieta que estrenara su madre, Mona Vagsaae, en la primavera de 1955 en Copenhague.

Chispas del baile

Trinidad Sevillano y Patrick Armand son una pareja escénica estable. Entre ellos hay química, complicidad, pasión por hacer un tipo de baile que saque chispas. Ella es una excelente Julieta, y no es aventurado decir que resulta su mejor papel clásico: lo siente y lo eleva bordando un inocente juego trágico, a la vez que cumple con la zona de virtuosismo en lo balletístico hasta cortar el aliento.Trinidad, que es todo temperamento, cuando tiene una buena jornada, conmueve no sólo por sus dotes de actriz, sino por su baile preciso, ligando frases y dificultades técnicas en un todo artístico, un diálogo amante de vibraciones intensas.

Con la escenografía un tanto simplificada por las circunstancias del lugar, la orquesta cumplió exacta y ajustada a la danza, mientras la versión coreográfica de Ashton (segunda de la escuela británica si se tiene en cuenta la de Tudor para Markova en los años cuarenta) junta absurdos elegantes (como los pasos de polonesa en la escena del baile) con cosas geniales que han marcado el devenir coreográfico de este único verdadero clásico de nuestro tiempo (la escena del balcón, o el trío de las mandolinas).

Trinidad Sevillano, que está madura y solvente, contribuye en gran medida a despojar del polvo añejo al papel, y le hace que sienta y padezca en todo su ser.

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