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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

En el límite

LA SITUACIóN en que se encuentra Ramón Sampedro Caneán -un coruñés del municipio de Porto de Son Con el cuerpo paralizado por una tetraplejía que le tiene sumido en el lecho desde hace 25 años- puede considerarse límite con toda razón. Del mismo modo que lo es el planteamiento que él mismo ha hecho a la sociedad, a la ciencia, a la moral, a la ley, es decir, a todo el sistema de valores y poderes existentes, al llevar a los tribunales su petición de que le ayuden a morir.El escritor francés Albert Camus escribió que la única libertad verdadera del hombre consiste en poder quitarse la vida. Pues si realmente lo es, Ramón Sampedro carece de ella. Con su cuerpo muerto -sólo la cabeza y el rostro conservan el movimiento-, ni siquiera tiene en sus manos la posibilidad de poner personalmente fin a su vida atendiendo a la decisión de su mente -la única que vive- Por eso reclama a los tribunales autorización para que su médico de cabecera le suministre el fárinaco que acabe con su vida.

¿Puede calificarse de vida la de una persona que se siente como una cabeza pegada a un cuerpo que es incapaz de satisfacer la más elemental función humaria? He ahí el problema personal que Ramón Sampedro plantea a los tribunales, y sobre el que estos deberían pronunciarse con argumentos, pero también sin generalizaciones. Él entiende que su reclamación está amparada en derechos constitucionales -libertad, dignidad, desarrollo de la personalidad, etcéteraque configuran el concepto de vida humana. De ahí que, careciendo de ellos, sea dudoso que su caso se asemeje al de los presos de los GRAPO en huelga de hambre, en el que el Tribunal Constitucional sentenció que "el bien de la vida humana debe prevalecer sobre la voluntad de la persona".

Si la vida humana es la resultante de una relación equilibrada entre la mente y el cuerpo, la situación de llamón Sampedro plantea cuando menos algunas dudas razonables, sin que ello excluya que otras personas en condiciones igualmente terribles sigan considerando como un bien el solo hecho de seguir viviendo. En todo caso, la petición de que se le ayude a morir trasciende el ámbito estricto de la eutanasia -no prolongar la vida de una persona cuando su término se vislumbra como irreversible- para entrar en el más amplio del derecho a morir cuando quien lo reclama está en unas condiciones vitales que le impiden ejercerlo personalmente. Ranión Sampedro afirma que "es esclavo de la conciencia de otros, de conceptos morales y éticos de otros". ¿Está obligado a seguir viviendo un ser humano que reivindica su derecho a morir, simplemente porque su terrible condición física le impide romper por sí mismo los lazos que le unen a una vida que a su propio juicio tiene muy poco de humana?

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