Raíces y puntas
La primera función viguesa traía muy nerviosos a Natalia Kasátkina (Moscú, 1934) y a Vladímir Vasiliov (Moscú, 1931), directores de la tercera compañía en importancia de Rusia después de los grandes monstruos sagrados -Kirov y Bolshoi-: se trataba de su bautizo español. Fundada en 1966, es la primera vez que el Ballet Clásico de Moscú pisa un escenario español.Comprometido con la nueva creación y la preservación del repertorio ruso-soviético, el conjunto cumple una función básica en la cultura del ballet actual, que es tirar de las raíces. Si algo podemos ver hoy de Vasili Vainonen (San Petersburgo, 1901- Moscú, 1964), por ejemplo, un pilar de la transmisión del repertorio en el siglo XX, es a través de la recuperación puesta en marcha desde hace casi 30 años por el tándem Kasátkina-Vasiliov, que cuentan con una compañía buena, disciplinada, que trabaja con rigor. Sus producciones son primorosas en todos sus aspectos formales. No alimentan demasiado el estrellato, sino que van a la labor de conjunto.
Ballet Clásico de Moscú
Homenaje a Chaikovski. El lago de los cisnes (tercer acto): Petipa-Gorski-Kasátkina-Vasiliov; El crepúsculo de San Petersburgo: Kasátkina-Vasiliov; El pájaro azul: Petipa; Cascanueces (Vals de las flores y Grandpas de deux): Vainonen. Centro Cultural Caixavigo. Vigo, 1 de julio.
A pesar de todo, los astros son los astros, y éste es el caso de Vladímir Malájov (Krivoi Rog, 1968), cuyo talento y cualidades lo convierten en un bailarín excepcional, sin duda uno de los más líricos e inspirados de la actualidad. Su arabesque es sencillamente de leyenda, y posee ese raro aire de quien lo hace todo con la facilidad de un pez en el agua. Fiel a su compañía original en Vigo hizo un nobilísimo príncipe Sigfrido en el fragmento de El lago.
Todo el reparto era de campanillas, aun siendo nombres desconocidos por estos lares, resultaban los mejores elementos de la tropa moscovita.
Babelia
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